Me acuerdo del 15-M; del movimiento de indignación contra la corrupción. España necesitaba un cambio, gritaban. Y vaya si cambiaron aquellos que usaron el sentir general para meterse en las instituciones y chupar dinero público hasta engordar sus casoplones.

Una década después, esos indignados contra la corrupción aprueban rebajar las penas a los corruptos. Sin embargo, nuestra Democracia se corrompió mucho antes: en 1985, con la aprobación de la Ley Orgánica del Poder Judicial.

“Montesquieu ha muerto”, dijo por allá el socialista Alfonso Guerra. Adiós a la separación de poderes. Desde entonces, la división entre los ricos políticos y los pobres trabajadores no ha hecho más que agrandarse. Para guardar las apariencias, cada cuatro años nos dejan votar, y así perpetuar este vodevil de quítate tú que malverso yo.