ahora getafe

En el año 2015 , España sufrió un marea, casi tsunami, bautizada como nueva política y que acabó en muchas ciudades con la hegemonía del bipartidismo. Aquella corriente, auspiciada desde la Complutense primero y Podemos después, engulló a gran parte de la izquierda social y política. Se disfrazó de lo que hoy se conoce como candidaturas de unidad popular (CUP) y en solo dos años se ha demostrado el fraude de lo que, popularmente, se bautizó como la nueva política.

Ahora Getafe ha sido el último experimentó de este estilo que, como la espuma, creció y creció hasta evaporarse, como ha evidenciado la salida de quien fuera candidata del partido a la Alcaldía de Getafe: Vanessa Lillo. Tras dejar la portavocía hace un año, Lillo ha dado un paso más y ha entregado su acta de concejal. Renuncia que se hará efectiva en noviembre.

Pero Lillo no se ha ido por la puerta de atrás ni con la boca cerrada. Al revés. La hasta ahora concejal de Ahora Getafe ha purgado sus pecados y los de la candidatura de unidad popular. No solo eso, sino que ha sacado a la luz lo que ya era un secreto a voces entre la ciudadanía: la falta de coherencia y transparencia de la formación. Un partido, Ahora Getafe, pues en proceso de desintegración que ve como se escapa, en un acto de valentía política, tal vez su valor más activo en Getafe.

La salida de Vanessa Lillo certifica el fracaso de las candidaturas de unidad popular. El conglomerado de partidos de izquierda con el que Pablo Iglesias intentó asaltar el poder allá por 2015 -y en muchos sitios lo logró- se volatiliza ya no solo en Getafe. También ha ocurrido en Leganés, con la escisión de Podemos y Leganemos. Las luchas internas, la falta de cohesión y remar cada uno en una dirección opuesta pone en evidencia que este tipo de formaciones Frankeinstein sin alma son un serio peligro para la política local, regional y nacional.

Y decimos peligrosos porque jamás predican con el ejemplo. Dan lecciones de valores pero no se aplican el cuento. Y en la vida no hay nada más arriesgado que confiar en alguien de estas características. Consejos vendo que para mi no tengo, ya que mientras piden hasta el hartazgo transparencia y democracia al resto de partidos, no se aplican esta medicina en su funcionamiento interno. Funcionan a golpe de improvisación y en virtud de los intereses personales. Hipocresía de cabaret el que protagonizan estos días en la zona sur, Getafe incluida, la mal llamada nueva política, que ha utilizado el dolor de la calle, del vecino, del ciudadano, para hacer política y sembrar, en muchas ocasiones, odio y resentimiento.

Ahora Getafe, como el resto de confluencias amparadas por Podemos, se aprovechó de la coyuntura para saborear el placer de un asiento en el Ayuntamiento. Lo consiguieron, pero en el futuro les espera la nada. Vanessa Lillo, dos años después de intentar lograr su sueño de alcaldesa, ha destrozado a la formación y ha destapado las vergüenzas de la nueva política. La farsa, de la nueva política.