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No hace tantos años que la política, en España, era una dedicación noble y de prestigio. Y quizá tenga algo que ver el hecho de que, quienes accedían a los cargos de representación, sea cual fuera la formación política a la que representaran, acreditaban, por norma general, no pocos años de ejercicio profesional fuera de la política; ya fuera en la empresa privada, en la cátedra o en la Administración Pública. Y eso, además, solía conllevar una cuidada formación académica y humanística, amén de un sentido de la responsabilidad, del decoro y del ridículo que vacunaba eficazmente contra cualesquiera excesos, ya fueran de palabra, obra u omisión.

Hace 40 años, las ideas vertebraban los programas políticos, y a partir de los programas venían los eslóganes y el márketing político. Hoy, el proceso es el inverso: el márketing político destila eslóganes, y con esos eslóganes se pretenden construir discursos e idearios políticos en 140 caracteres. Y el resultado no podía ser otro, en el mejor de los casos, que el chascarrillo y el zasca; y en el más frecuente, la exageración desbordada, la infamia o la calumnia.

Ahora bien, no crean que la causa de la decadencia del discurso político son las redes sociales, sino más bien la falta de formación técnica, cultural y, sobre todo, humana de demasiados políticos, especialmente de muchos de los que militan en la autoproclamada “nueva política”, quienes pretenden presentar como méritos indiscutibles para representar a los ciudadanos carreras profesionales fallidas o situaciones de desempleo que achacan a la perversidad de la economía de mercado y de la libertad individual. Y dirigen su impostada indignación contra quienes creen ellos que son los privilegiados y/o defensores del sistema que, presuntamente, les excluye: el PP y todos los mantras y espantajos que los teóricos de la nueva izquierda de siempre han fabricado en serie para consumo masivo como arma arrojadiza contra una derecha que hace ya unos cuantos años decidió travestirse de socialdemócrata para que no la apalearan los de siempre: los recortes matan, nos han robado nuestros derechos, la economía de mercado es mala, los ricos deben pagar, etc.

Véase, si no, el caso de Isabel Déniz, concejal de Ganar Fuenlabrada, arquetipo del consumidor del menú del día podemita a base de eslóganes caducados y en malas condiciones, que nada tienen de nuevos ni de originales; pues en los tiempos de Catilina, en el siglo I antes de Cristo, ya era un discurso caduco, por eso Cicerón pudo combatirlo con tanta eficacia. Y es que la señora Déniz, en el último Pleno municipal, tuvo a bien regurgitar uno de esos eslóganes caducados a la cara de los representantes fuenlabreños del PP, con Sergio López a la cabeza: los recortes matan, los recortes asesinan, y el PP es el partido de los recortes, luego el PP es un partido de asesinos.

Admirable silogismo en bárbara que la señora Déniz, a instancias del PP e incluso del Alcalde, se negó a retirar o a corregir: según las reglas de la lógica aristotélica y escolástica, el silogismo es impecable… otra cosa es la presunta veracidad de la premisa mayor, y de la menor; pues a la señora Déniz y a los podemitas les falta por demostrar, primero, que han existido recortes; segundo, qué servicios se han visto afectados; tercero, demostrar que esos presuntos recortes en Sanidad asesinan; cuarto, ofrecer nombres o ejemplos de los presuntamente asesinados; y quinto, demostrar la culpabilidad directa o indirecta del PP.

En lugar de eso, la señora Déniz intentó justificarnos sus gravísimas acusaciones alegando que es una forma coloquial de hablar y que lo dice la gente en la calle. ¡Fantástico! Pues, coloquialmente, también podríamos decirle a la señora Déniz que ella es una apologista y defensora de asesinos, genocidas y torturadores. Bastaría con recordar la negra historia de represión, miseria, asesinatos y genocidios cometida por Lenin, Stalin y Pol Pot, por citar sólo los más famosos. O Chávez y Maduro, por citar sólo los más recientes. Como la señora Déniz, ellos también adquirieron conciencia de clase obrera y decidieron que había que cambiar las cosas. ¡Y vaya si las cambiaron! Llenaron con 100 millones de muertos muchas fosas comunes. Esos sí que eran asesinos, señora Déniz, no los señores del PP, por muchos errores que hayan cometido; por eso hace muy bien el PP fuenlabreño en poner pie en pared ante el insulto gratuito y la banalización del mal, exigiendo la retractación o la reprobación de Déniz.

Un consejo: retráctese, señora Déniz, pida perdón y rompa a leer inmediatamente historia del siglo XX, particularmente la de los países comunistas, y se dará cuenta de qué son recortes y de quiénes son los asesinos.