Pasan los siglos y desgraciadamente la frase de Maquiavelo, recogida en 1513 en El Príncipe, siempre está de actualidad. Ocurre, sobre todo, cuando un país está gobernado por un presidente que no tiene rumbo fijo, y vira donde haga falta con tal de mantener el poder a toda costa. Ese es el único objetivo de Pedro Sánchez, que gobierna España sin principio alguno. Y claro, cuando vienen mal dadas y has tolerado todo el desorden del mundo, prepárate para la guerra y para más desorden.

No hablamos de un conflicto armado al uso -esperemos-, si no de una contienda que azota a España desde muchos frentes. Empezando por la cuestión territorial. Para mantenerse en el Gobierno en todo este tiempo, PSOE y Podemos han cruzado cualquier línea roja de decencia y permitido todas las afrentas habidas y por haber, de aquellos que no creen en la igualdad entre ciudadanos españoles. Es decir: secesionistas vascos y catalanes.

Ante ellos se ha abdicado en política monetaria, penitenciaria y lo veremos, indultos a los golpistas. Únicamente los jueces han servido por ahora de parapeto para mantener un país ligeramente cohesionado, y no permitir la república Yugoslava que acabó como acabó -aunque Miquel Iceta, ministro a la sazón, hablaba hace poco de la autodeterminación del País Vasco-. Esa indulgencia con los separatistas también se ha visto en las fronteras españolas, y por ende, europeas, hasta que la situación ha colapsado. Como ahora vemos en Ceuta.

Ocurrió en marzo de 2020, cuando el ‘Gobierno Sanchista’ no quiso cerrarlas a cal y canto por el coronavirus, perdiendo un tiempo y vidas ya irrecuperables, lamentablemente. Y en las sucesivas olas de contagios, siempre a rebufo de Europa en cuanto a tomar decisiones sobre los vuelos procedentes de zonas con alta densidad de contagios.

Pero insistimos que ahora el asunto se ha recrudecido con Ceuta y a no más tardar, Melilla. Canarias fue, hace meses, la piedra de toque. Olvidadas a su suerte por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han capeado el temporal como han podido, pero nuestras ciudades autónomas no han resistido más ante la invasión sin precedentes de ciudadanos marroquíes.

Perfectamente preparados y esperando el momento de mayor debilidad de España (paro, deuda pública billonaria, Gobierno de banda y bandazos, etc…) se han lanzado en masa, con el permiso de las autoridades magrebíes.

“Hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir”, decía la embajadora marroquí en España, refiriéndose a que el líder del Frente Polisario entrara en España con un nombre falso, en otra torpeza más de la diplomacia patria. Vaya papelón de la ministra de Exteriores, que negaba que tuviera que ver una cosa con la otra. La imagen internacional de España por los suelos y González Laya hablando de Ayuso. Impresentable.

El problema se solventará, ya veremos a qué precio, pero volverá en el futuro. En verdad, esta Marcha Verde 2.0 solo estaba esperando, como decimos, al peor Gobierno, en el peor momento. Y es que como decía Maquiavelo: “El que tolera el desorden para evitar la guerra, tiene primero el desorden y después la guerra”.