Cuando la falta de empatía iguala a la ignorancia nos convertimos en una sociedad de bárbaros

Tras el trágico suicidio del agricultor David Lafoz, una muerte que él mismo anunció por redes, podía escucharse en una tertulia de la radio, solo unas horas después: «Otros están en una situación igual de mala o peor y no se suicidan».

Quien lo dijo representa a muchos otros que piensan así, que suicidarse es algo que se elige, dejando entre líneas un lamentable «hay que ser fuerte». El razonamiento simple y ridículo con el que se liquidan tantos temas mentales. Los físicos no se cuestionan. Este mal del que no nos desprendemos obliga a la pregunta: ¿hemos hecho bien nuestra labor de concienciar sobre el suicidio a los que mañana serán nuestro presente? ¿O hemos dejado que pase como un tema que no importa demasiado aunque cada día se suiciden once personas en nuestro país?

Estamos, es imperativo, obligados a no asumir que hasta que no roza de cerca ni interesa ni importa y además se puede frivolizar, opinar y mostrar una falta de empatía tan grande como de conocimiento: “Otros están igual de mal y no se suicidan”. David Lafoz, agricultor de 27 años, representa a muchas personas que se quitan la vida porque sienten que no pueden hacer otra cosa. Sí, para ellos, en ese instante, no hay otra salida. ¿De verdad alguien puede creer, por muy cerrada que sea su mente que quien se suicida está escogiendo? La desesperanza, el dolor, la angustia, el pánico, el sufrimiento han de ser insoportables para que una persona se quite la vida. ¿Por qué cuesta tanto entenderlo?

El comentario por parte del tertuliano duele y refleja una parte de la sociedad que desdeña lo que debería despertar de manera natural compasión y empatía, incluso ganas de saber qué hay detrás de quien renuncia a la vida. No hace mucho tiempo en los medios escritos no se podía usar la palabra ‘suicidio’ en un titular, pues, eso indicaban como argumento, alentaba a ello. Es decir que si se nombraba la realidad, se propiciaba. Costó mucho convencer de no era así. De la misma forma que escribir de violencia de género era una forma de prevenirla, informar y dar ayuda a quien la necesita, y en caso alguno la fomentaba. ¿A alguien se le ocurre la violencia como respuesta tras leer una información?

El cómo es lo que marca la diferencia. Como siempre y en todo. Ni ensalzarlo como salida heroica al hablar de personajes míticos que se suicidaron ni referirse a ello como una cobardía. Hablar y hacerlo bien, y si no, al menos cortar de cuajo comentarios tan inhumanos como el que hemos tenido que escuchar.

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