
El relato: «El estreno»
Se ha atrevido a situarse en el centro y no en la esquina más alejada para que no se la vea. Blanca se ha expuesto y lo seguirá haciendo, y mientras lo ha hecho ha sentido que algo muy profundo y que creía que la constituía ha cambiado.
Hacía años que no hablaba en público, que no actuaba, que no subía a escena. Y lo ha hecho. Justo cuando había creído, incluso asumido, que su pasión ya no sería posible, y vivía conforme con lo que tenía, la vida le dio uno de esos aparentes golpes que parece que te van a tumbar. Una oportunidad disfrazada de golpe seco. Suerte que está acostumbrada a levantarse y a no culpar a la mala fortuna. Blanca piensa que todo sucede por algo y que además conviene, aunque no le guste o no lo entienda.
Se ha atrevido a actuar, a salir en la obra que de repente o casi de repente se le puso en el camino y dijo sí, aceptó, con temor pero ganas. ¿Y si no me acuerdo de actuar?, se ha preguntado todos los días mientras memorizaba su papel, mientras asistía a los ensayos. Era su profesión y su sueño desde niña, y también su trabajo durante media vida. Hasta que. Sin más. Ya solo va a decirse, o al menos por el momento: hasta que.
Dudó acerca de si tomar una pastilla para la ansiedad antes de salir a escena. El momento del estreno había llegado. Todo lo que no importaba la agobió las 48 horas antes: ¿estaré vieja?, ¿pareceré mayor?, ¿resultaré poco creíble?, ¿habré perdido mucho atractivo? ¿Qué será mejor: que me maquillen mucho o poco?
Sin embargo, esta vez era diferente a todas las anteriores de su vida, que habían sido muchas. Esas preguntas, con otros adjetivos, pues al principio era tan joven que la pregunta era la contraria ¿pareceré demasiado niña?, lo conformaban casi todo.
Ahora es distinto, de fondo ha presidido lo más importante: céntrate, Blanca, en hacer tu papel tan bien que hagas de la oportunidad algo más que una temporada en el teatro. Abre las puertas de nuevo, o en realidad ábrelas de verdad por vez primera. Nunca antes entendió por qué tanta gente quería darlo todo en una vez, argumentando que no podían desaprovechar ni un segundo de cualquiera de las posibilidades que se les brindaban para dedicarse a lo que les gustaba. Media vida dedicada a la profesion, sin saber lo más importante, la importancia vital de dedicarse a lo que uno desea. Porque ella tuvo vocación desde niña, no lo dudó, sabía qué era lo que quería hacer. No importan las interpretaciones psicológicas que puedan existir detrás de quien sueña con ser actriz desde que es pequeña.
No se tomó la pastilla. Salió a escena y aunque hubo momentos en que temió que se le secara tanto la boca que no pudiera terminar alguna intervención, se sintió mejor que nunca sobre las tablas de un teatro que no era un teatro cualquiera, no era una sala alternativa o un pequeño escenario; era uno de los más clásicos. Un templo para ella.
No había dentro de Blanca nada de aquel miedo proveniente de la inseguridad, de ese complejo de inferioridad que tanta guerra le había dado y tan minúscula la había hecho sentirse. En su lugar habitaba algo que tenía que ver con la libertad, la ausencia de expectativas que no fueran las suyas propias y referentes a hacer su papel lo mejor posible. A la media hora de estar en escena ya había olvidado que estaba delante de tanta gente. Solo estaba su personaje y la historia que había hecho propia y que trasladaba al público con una fuerza tal que logró ese silencio que corta el aire.
Pudo sentir que no era ridícula, que sabía hacerlo, que le gustaba hacerlo, lo estaba disfrutando. El esfuerzo era inmenso, pero en aquellos momentos no lo percibía. Tardó unas horas en sentir que había entregado todos sus sentidos y su cuerpo.
Cuando terminó, los aplausos la llenaban de alegría, no de vanidad, de alegría. Una alegría que la hacía capaz de volver a empezar la obra entera si hacía falta. Ella, su abuela, había estado mirándola entre bambalinas todo el tiempo. Y Blanca la sentía a su lado, sentía su sonrisa de satisfacción y de orgullo, la alegría de su corazón, la fuerza imparable que la conformaba y que la había llevado a lograr saltar los muros más altos.
Se ha atrevido. Y ahora solo quiere repetir, que llegue la siguiente función para volver a sentirse en su mundo. Como si a través del personaje pudiera excavar en lo mejor de sí misma. Ya no hay soga ni cadena ni esa urgencia que la llevaba a necesitar agradar por encima de ella. No está. Y no se ha ido porque tocara o porque el tiempo lo haya puesto en su lugar; algo que por otra parte ha dejado de creer hace tiempo. No está porque ella lo ha ido echando de su vida. Y empieza a ser consciente.