
Illma Gore, la artista famosa por su retrato de Trump, trae a Madrid sus polémicas obras sobre el poder
El arte como defensa y trinchera, documento y protesta, el arte y ese papel que a veces olvida el propio arte de señal hacia lo que pasa y lo que no pasa y debería tal vez pasar. Así es la artista Illma Gore no solo en sus obras también en su interior y en su propia piel. Su cuerpo lo ha usado como lienzo de lo que la lleva a creaciones como las ahora expuestas en el Museo La Neomudéjar hasta el 11 de enero.
Con el nombre ‘Apocalypse Now’, la australiana-estadounidense que se hizo famosa en el mundo entero por pintar a Trump desnudo presenta en Madrid sus retratos de líderes mundiales del siglo XX y XXI como ángeles alados y llorones en una crítica furibunda.
Muestra así Gore su visión del fin de los tiempos: un conjunto de fatales acontecimientos cuyos inicios se remontan al siglo XX y que han ido desarrollándose hasta desembocar en el actual panorama socioeconómico, político, cultural y militar del mundo.
Tras exponerse en Barcelona llega a Madrid de la mano Imaginart Gallery. «Illma Gore se presenta como una de las creadoras más provocadoras e influyentes de la escena actual. Su obra no solo ha cuestionado los límites de la libertad de expresión frente a uno de los líderes más poderosos del mundo, sino que además interpela a la sociedad invitándola a reflexionar sobre la dimensión apocalíptica de nuestro tiempo», explica Benito Padilla, director de Imaginart Gallery.
«No pinto para decorar. La pintura es un arma. Ataca al poder, defiende a los inocentes y expone a quienes moldean vidas ignorando el coste. Mi trabajo se focaliza en el activismo político mediante el dibujo, el arte callejero y el arte corporal», afirma la artista.
La pieza central la muestra, ‘Death of Eros’, es un óleo de más de tres metros de largo que reúne a más de 25 figuras políticas de los últimos dos siglos: desde Martin Luther King y la reina Isabel II hasta el Papa, pasando por Stalin, Putin o Hitler. Llanto, violencia y confusión dominan la escena, donde los líderes son ángeles grotescos.
El óleo evoca el Juicio Final, pero en lugar de un Dios juez, lo que aparece es impotencia y teatralidad política. Los relatos históricos se disuelven en una coreografía errática de cuerpos flotantes, donde el poder se muestra vulnerable.