Más que una crisis: la ausencia total de medidas eficaces se ha convertido en un agónico presente

Pedir la dimisión de la ministra de Vivienda como sucedía el otro día cuando desde Sumar expresaban claras discrepancias resulta uno de los actos más reseñables de estos días. Saliendo de lo omnipresente y todos los flecos que mueven y remueven para que no se toque lo verdaderamente importante. La situación de la vivienda es absolutamente insostenible, y la Ministra no ha hecho absolutamente nada que lo mejore. Nada. Y si lo ha hecho, ¿de qué ha servido? Por tanto, los actos o su ausencia permiten y consienten que o haya que compartir piso o haya que quedarse en casa de los padres o haya que volver al pasado en el que la gente no se podía divorciar porque no podían pagar otra vivienda. La respuesta truena y congela, depende de la hora y del tono. Es agotador que no haya una sola medida, opción, y se piense que con palabras de aliento y ganas impostadas a la ciudadanía le vale.

Por supuesto que debería marcharse como desde Sumar se le dijo a Isabel Rodríguez. Sí, debería dejar paso. Y de acuerdo también en su incapacidad para tomar medidas valientes. No porque Pedro Sánchez no lo haga, que veremos si no le cuesta lo que le quede de salud, significa que todos los demás tampoco tengan que levantarse y mucho menos que ya ni siquiera se les señale ni se les exija.

La vivienda es el gran problema actual. El atentado a nuestro derecho a una vivienda digna. ¿Qué ocurre, que el ciudadano se va a conformar hasta que llegue a la pobreza y la que antes era clase media se vea durmiendo en un banco? Sí, porque ese es el camino por el que estamos yendo y si se espera un poco más será tarde. Porque sí, a veces sí es demasiado tarde.

Es vergonzosa la situación en España: sueldos menores a los alquileres. Debería levantarse el país entero y decir basta ya. Y no por ideología o porque unos quieran derecha y otros, izquierda, sino porque los que vienen y los que están ya no pueden acceder a una vivienda digna.

Estamos siendo atropellados por una apisonadora disfrazada de niña buena, pero es una apisonadora y no va a parar sola. El problema no lo puede resolver el ciudadano ni el propietario ni el inquilino ni el vendedor ni el que compra. Este problema no está a su alcance, solo queda protestar, pero, claro, ni tiempo hay para hacerlo, porque la mayoría no respira buscando la manera de conseguir ese dinero que no gana para entrar cada día en su piso, minipiso, casa, apartamento, estudio o habitación alquilada. ¿Dónde vivirían ellos si mañana se levantaran con un sueldo de 1.200 euros?

También te puede interesar...