El peligro de la radicalización: los insultos a Ayuso en la manifestación de Falange

La reciente manifestación de Falange Española en el centro de Madrid, protagonizada por adolescentes, con el lema «Remigración. Por unos barrios seguros» destaca la que ya era una amenaza bastante seria: el atroz y fulgurante ascenso de la radicalización de ciertos sectores que recurren al insulto, la provocación y el odio como forma de expresión política y lo que es aún peor: una manera de adquirir notoriedad, un «que se hable de nosotros aunque sea mal». Y con ello acaban logrando el efecto contrario pero no menos peligroso: que se silencie, que no se comente, que no se denuncie, que no haya defensa.

Es cierto que como estrategia no hacer mención ni caso suele ser un buen ataque, pero a veces hay que decir basta pese a que con ello se haya de nombrar al ‘enemigo’, quien no debería tal y como bien afirmaba Francisco Umbral, no se le nombra.

Entre los objetivos de una ira furibunda, inquietantemente furiosa, no solo estaban los inmigrantes o los colectivos LGTBI, también era diana la simbólica figura para la derecha española Isabel Díaz Ayuso.

Resulta especialmente grave que una manifestación liderada por una organización ultraderechista arremeta contra una presidenta regional, que es para buena parte del electorado conservador un referente. Entre los cantos xenófobos y saludos fascistas, se crearon consignas ofensivas hacia Ayuso, a la que acusaron de traicionar a su ideología y entregarse al sistema.

Todo giraba en torno al lema, y ahí disparaban contra Ayuso por, según los manifestantes, no aplicar medidas más duras en migración. En el fanatismo de esta ‘¿marcha?’ quedaba reflejado el peligro: no quieren cambios constructivos, quieren ruptura. En ello y con ello cuestionan la legitimidad de la democracia. En su violencia verbal hay una intención de querer socavar el sistema democrático.

Más allá de ideologías, el riesgo es para todos. A veces, aunque sea pocas, sí hay que nombrar al enemigo.