“Montesquieu ha muerto”, decía el socialista Alfonso Guerra allá por 1985, cuando se aprobaba la Ley Orgánica del Poder Judicial. Una aberración jurídica que mandaba a la tumba la separación de poderes. Sepultura sobre la que han escupido los restantes gobiernos de la democracia.

Y aún así, salvo los conocidos como ‘estrella’, la amplía mayoría de la Judicatura se ha revelado contra ese ansiado control político de la Justicia. Algo a lo que aspira, como los demás, el Ejecutivo de Pedro Sánchez. La piedra angular de su tiránico proyecto: controlar a los jueces para saltarse impunemente la ley, toda vez que la Fiscalía ya está en sus manos (¿de quién depende?). En su perversa mente, y así lo hizo público cuando los indultos a los golpistas catalanes, Sánchez entiende la justicia como venganza.

Y en esa dirección presiona al PP, con el que tiene que entenderse sí o sí para que sus planes despóticos salgan bien. ¿Cómo lo hace? Pues situando a los populares fuera de la Constitución, como dijo el pasado 8 de septiembre.

¡Tiene bemoles Sánchez, acusando a la oposición de sus propios actos! El presidente de un Gobierno que nos mantuvo encerrados con el primer Estado de Alarma y el segundo, previsiblemente, inconstitucionales. La mayor restricción de derechos y libertades perpetradas por un Ejecutivo, en el que nadie ha dimitido.

O colando al nefasto Pablo Iglesias en el CNI, decisión también inconstitucional. Como el nombramiento de Rosa María Mateo al frente de la Televisión Pública Española. Por no mencionar el esperpento de tener de fiscal general del estado a la exministra socialista, Dolores Delgado. Y un largo etcétera de atrocidades jurídicas que darían para un tomo enciclopédico.

«Llevamos más de mil días de bloqueo en la renovación de los órganos constitucionales, lo que sitúa al PP fuera de la Constitución». ¿Se puede ser más sinvergüenza, señor Sánchez, con semejante currículum? Mismo bagaje que tendrá unos días preocupado al exministro Salvador Illa, al cual un Juzgado de Madrid le ha abierto diligencias por las mascarillas defectuosas.

Pero en contra del criterio de esas hordas linchadoras populistas, yo defiendo y defenderé siempre, que Illa es inocente, hasta que un juez decida lo contrario. Así será, siempre y cuando este nefasto Gobierno no asalte el Poder Judicial.