Echenique, Cifuentes e Isa Serra

Así es el mundo, así es España, y así nos vamos educando todos en el desprecio del Estado, y atizando en nuestra alma el rescoldo de las revoluciones. Al que merece, desengaños; al que no, confites. Esta es la lógica española. Todo al revés; el país de los viceversas”.

Produce cierto desasosiego comprobar que las palabras de Don Benito Pérez Galdós, recogidas en su ciclo de ‘Novelas españolas contemporáneas’, concretamente en ‘Miau’, sigue definiendo buena parte del espíritu y la política patria, donde los mediocres van heredando las parcelas de poder, en detrimento de otros más valiosos. ¿Por qué? Porque la mediocridad desconoce el sentido de la palabra honor. Ya de la dignidad, ni hablemos.

En fin, que lo que pone de manifiesto Galdós, es que España es un país de paradojas. Atendiendo a la definición de la RAE, una paradoja es un hecho o dicho aparentemente contrario a la lógica. También tiene otra acepción, como ser una figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción.

A diario nos rodea la paradoja. En nuestra vida cotidiana está pululando constantemente porque no estamos presentes. No hay una unificación del pensamiento, sentimiento y creación. ¿Cuál es el resultado? Pues que pensamos una cosa, sentimos otra y votamos miseria. En nuestro fuero interno llevamos un revolucionario, pero en el exterior, aplaudimos la vulgaridad y la mezquindad.

El ejemplo más palpable es el de la política, decíamos, espejo máximo de nuestras miserias. No nos gustan los políticos (en rasgos generales) porque rechazamos su forma de ser y actuar. Pero nos olvidamos que están ahí porque un día lo decidimos. Esto no es el huevo y la gallina, sino es un hecho empírico que para que un político muestre toda su ineptitud, necesita primero que alguien lo vote. Luego le exigimos la responsabilidad que primariamente no tuvimos.

Pero no se sienta culpable. No hablamos de culpa. Vamos a desterrar la culpa, a cambiarla por consciencia. Es decir, seamos conscientes de lo que votamos. Unifiquemos pensamiento, sentimiento y acción. Y así evitaremos ejemplos como los de Cristina Cifuentes, Pablo Echenique o Isa Serra.

No están elegidos al azar, sino que son pieza clave de estas paradojas españolas que no queremos trascender. Así tenemos a la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, que soportó ríos de tinta en su contra por el ‘caso Máster’ del que años después, resulta que es inocente. Ese poder de declarar inocente o culpable a un sujeto en un Estado de Derecho corresponde a un juez, que oídas las partes aplica la ley. Esa declaración no depende de nadie más, que solo está interesado en el ruido mediático.

Sin embargo la conocida como ‘pena de telediario’ es muy golosa para quien no la soporta y la usa de arma arrojadiza. Así Cifuentes, que no será adalid de algunas virtudes pero sí tiene dignidad, se apartó de la política y hoy, siendo inocente, ya no desempeña ningún cargo. Lo que nos lleva al otro paradójico extremo: el de Echenique y Serra, ¡oh casualidad!, dirigentes de Podemos.

Los dos están condenados en firme: uno por defraudar a la Seguridad Social, la otra por agredir a una mujer Policía. ¿Dimitieron? Todo lo contrario, ahí siguen, hablando de ética, moralidad y viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Lo que nos deja que hoy, en el 2021, los condenados hacen política para escarnio de los inocentes. Menuda paradoja sobre la que reflexionar.