En la elecciones municipales de 1979, las primeras de la democracia que España estrenaba, el PSOE se presentó con un atrevido lema que comprometía su herencia centenaria: “100 años de honradez”.

Dejando de lado que personajes históricos como Indalecio Prieto o Francisco Largo Caballero dejaban muy serias dudas de que aquel lema fuera cierto, el caso es que mucha gente, millones de personas, dieron crédito a esa frase hasta el punto de que los nuevos ayuntamientos democráticos estuvieron gobernados en su mayor parte por los candidatos socialistas que, si bien no ganaron esas elecciones, lograron el poder gracias al apoyo del Partido Comunista.

En el caso de la capital de España, esta coalición de izquierdas aupó a Enrique Tierno Galván a la alcaldía. Era abril de 1979. Y en septiembre de 1981, poco más de dos años habían pasado, estalló el escándalo de las contratas de limpieza.

Lo denunció el que entonces era número dos del Ayuntamiento Alonso Puerta, líder de la Federación Socialista Madrileña, que fue fulminado de inmediato, obligado a abandonar el Consistorio y el Partido Socialista.

Era el primer caso de corrupción de la recién nacida democracia. Lo protagonizaba el partido de los ‘100 años de honradez’. Habían sido 100 años y ni uno más.

Poco tiempo después las fachadas de Madrid se ensuciaban con una pintada que resumía, y lo sigue haciendo, lo que la democracia española le debe al PSOE y lo que el PSOE ha traído a la democracia española: ‘CORRUPSOE’.

Aquel retruécano sigue vigente porque nunca ha dejado de ser cierto. Fueron las contratas de limpieza del Ayuntamiento de Madrid, los escandalazos de Luis Roldán cuando dirigía la Guardia Civil; el caso Filesa, el caso Flick, los enjuagues de Juan Guerra, hermano del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, que tenía montado un despachito en la Junta de Andalucía por el que tenía que pasar y pagar todo el que quisiera hacer negocios con el Gobierno andaluz; los EREs de Andalucía, el caso Ibercorp, cuando el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, y el ministro de Economía socialista, Miguel Boyer; manipulaban los listados de la CNMV para beneficio de la ‘beautiful people’; Mercasevilla; Urralburu, la UGT de Asturias; las idas y venidas del tito Berni del puticlub al camello y del camello al puticlub… Hasta 140 casos de corrupción aparecen documentados en la web Casos-Aislados.com.

Y el último de ellos, al menos el último conocido, el ‘caso Koldo’, que tiene toda la pinta de ser ya el ‘caso Ábalos’ y que, ¿por qué no?, puede considerarse el ‘caso Sánchez’ dado el número de ministros y altos cargos del Gobierno de Pedro Sánchez implicados.

El hombre de confianza de Sánchez, el poderoso ministro de Transportes, José Luis Ábalos, y su hombre de confianza, Koldo García Izaguirre, organizaron una trama para comprar material sanitario en el momento más complicado de la pandemia de covid-19 y sacar tajada de aquellas compras. Utilizaron una empresa sin actividad, obligaban a empresas e instituciones públicas (Adif, Renfe, Puertos del Estado, Policía Nacional y Guardia Civil, el Ministerio de Sanidad, los gobiernos autonómicos de Baleares y Canarias…) a comprar con sobreprecio, a veces hasta 30 veces más caro, para desviar fondos a sus cuentas corrientes.

Los protagonistas son cutres, empezando por el propio Koldo, un matón portero de un burdel; las circunstancias terribles, en el peor momento de una pandemia que se llevaba a mucha gente, sobre todo ancianos, por delante. Y los responsables, los de siempre, el partido más corrupto de España y probablemente uno de los más corruptos de Europa, presidido por un Pedro Sánchez, que se montó una moción de censura contra Rajoy para acabar con la corrupción del PP.

Sánchez está degradando la política española hasta niveles nunca vistos antes. Quiere retorcer la ley para amnistiar a golpistas y terroristas porque necesita sus votos en el Congreso. Se apaña con el tirano marroquí con decisiones que nadie entiende. Y ahora se descubre que es tan corrupto como sus antecesores.