Cuenta la historiografía que Eugenio d’Ors, escritor, ensayista, dibujante, filósofo y periodista, se encontraba con unos amigos de celebración, cuando pidieron una botella de champagne para brindar. A ellos acudió un joven camarero, presto y dispuesto a servir el brebaje de una forma ingeniosa y original, pero acabó derramando el contenido encima del señor D’Ors que, lejos de malhumorarse, dejó para la posteridad una frase que hoy sigue siendo de actualidad: “Los experimentos, con gaseosa”.

Y eso es algo muy a tener en cuenta en Leganés, cuando el 28 de mayo se vaya a votar. Allí se decidirán los próximos cuatro años de gestión, que repercuten a la limpieza, la seguridad, los impuestos, la cultura… A la vida misma.

Afortunadamente el voto es libre y secreto, pero si algo han demostrado las anteriores citas electorales es que los proyectos personalistas, egocéntricos, ególatras e, incluso, narcisistas, como el que representa Carlos Delgado Pulido, candidato de ULEG, ‘yoísta’ de manual, al estilo de Pedro Sánchez, pero en miniatura (por eso del municipalismo, obviamente, hermano pequeño de la política nacional).

Su ordeno y mando en ULEG tiene votantes, obviamente. Pero eso no le conviene a una ciudad como Leganés, abierta, que dialoga y está cansada del ‘y tú más’, del ‘quítate tú que me pongo yo’ y los palos en las ruedas, sea en el Pleno o en sede judicial, sin proponer absolutamente nada ni conceder un milímetro de gestión a la voluntad mayoritaria.

Ahora, cual Jekyll y Hyde, muestra otro rostro menos iracundo, hasta afable. Pero ya sabemos que el diablo está en la tibieza y en los próximos cuatros años Leganés no puede caer en el infierno del eterno candidato

Claro que en la oposición se vive muy bien, a razón de 60.000 euros brutos anuales como portavoz. Y de ahí que haya tenido hasta seis intentonas para ser alcalde, cosa que obviamente, en su fuero interno, no quiere. Pero también por razones evidentes, no lo puede admitir.

Pero ahí sigue, intentándolo. Y sería loable, en verdad, si no le costara tanto dinero a los vecinos. Eso sí que es inflación política. Esto no es una oposición, donde usted pagas su tasa para tener la oportunidad de entrar en la Administración, a la que no le cuesta ni un céntimo por presentase eternamente a los exámenes.

En el caso del candidato de ULEG podrá hacerlo hasta la jubilación, pues al ser un proyecto egocentrista, nadie le pide cuentas, aunque pierda apoyos una y otra vez. Ahí están los últimos resultados, los de 2019, donde se presentó furibundo y se autoproclamaba alcalde con un cronómetro que se quedó sin pilas. De seis a cuatro concejales.

Ahora, cual Jekyll y Hyde, muestra otro rostro menos iracundo, hasta afable. Pero ya sabemos que el diablo está en la tibieza, aunque vaya montado en una furgoneta escacharrada y que se quedará sin gasolina. Así pues, como en anteriores citas electorales, recuerden a Eugenio d’Ors y aquello de que en política: Los experimentos, con gaseosa.