Detrás de un problema siempre hay un político. Y si el problema se hace más grande, es que hay varios políticos. No falla. Sus señorías, que engrosan miles de euros de nuestros bolsillos al año, utilizan cualquier excusa para perpetuar sus prebendas. Y les da igual todo. Azuzan los peores sentimientos del ser humano con tal de seguir en una corrompida cúspide de privilegios. Saben que en la dualidad está su triunfo, por eso del divide y vencerás.

Así ocurre con la Sanidad madrileña, desde tiempos pretéritos. Por ejemplo, recordemos aquel vaticinio de una sanguijuela de lo público, como el socialista Rafael Simancas, que decía que habría que ir al médico con tarjeta de crédito. O ahora la hipócrita Mónica García, la líder de Más Madrid, que ha encontrado en la política del sufrimiento ajeno un rendimiento de capital mobiliario e inmobiliario más jugoso que en eso de la medicina, y que carga contra la videoconsulta planteada por el Gobierno de Ayuso, cuando en su programa electoral llevaba el impulso de la telemedicina. Así se escuda en los sindicatos afines para montar huelgas que acaban perjudicando, como siempre, a los pacientes.

Que el Ejecutivo regional no está acertado en su política sanitaria es evidente. Dos años las Urgencias extrahospitalarias cerradas se dice pronto. Pero como no lo están en ningún rincón de España, donde faltan médicos por las nefastas condiciones que ofrece este país. No solo a este colectivo, sino a cualquiera que quiera emprender un futuro por estos lares. En España, ya saben, se castiga con impuestos al que quiere triunfar arriesgando su patrimonio, mientras se premia con paguitas al vago. Y si es afín al partido, más aún.

Estamos en manos de políticos que usan la salud y el dinero de los contribuyentes para hacer más grandes los problemas y así justificar su existencia. Nunca los resolverán, pues entonces se les acabaría su chollo

Pero volviendo a la Sanidad, tampoco está para dar lecciones de ningún tipo un Ministerio, que primero negó la pandemia y luego fue el más totalitario de todos los del planeta, a la hora de imponer restricciones, ya fuera con Salvador Illa o Carolina Darias. Una ministra, por cierto, que usa el Consejo de Ministros, también pagado de nuestros bolsillos, para hacer mítines políticos y atizar a la oposición azuzando igualmente la rabia y el dolor ajeno.

En esas manos estamos, señoras y señores. En las de unos políticos, a veces disfrazados de médicos, que usan la salud y el dinero de los contribuyentes para hacer más grandes los problemas y así justificar su existencia. Nunca los solucionaran porque entonces se acabaría su chollo. Pero recuerden, esos políticos están ahí porque alguien los votó. No mire al de al lado, mírense en el espejo, y la próxima vez que vayan a votar, piénsenlo dos veces antes de introducir la papeleta.