Se atribuye a Napoleón Bonaparte esa advertencia de que “cuando tu enemigo esté ejecutando un movimiento en falso, nunca lo interrumpas”. El emperador francés sabía bien lo que decía, pues asentó gran parte de su poder aprovechando los errores ajenos. No vamos a poner en duda su osadía y conocimiento de la estrategia militar, faltaría más, pero él mismo fue víctima de su locución, al ejecutar pasos en falso en su invasión a España. El coraje de los nuestros hizo el resto y su imperio terminó cayendo como un castillo de naipes.

Hoy esos errores, trasladados a la política municipal, se están cometiendo en Leganés. Leganés tiene su particular idiosincrasia. No es una ciudad común. La amalgama de partidos políticos y sensibilidades dificulta cualquier intento de aritmética plenaria. Por ejemplo, existe un partido oportunista como ULEG, cuya única intención es poner el cazo a fin de mes y aspirar a la eterna oposición, que se vive muy bien, oiga. Y así llevan camino de veinte años. Pero luego está la izquierda, que es otra historia aparte en sí misma.

Recordemos el divorcio a la italiana del año 2017 entre Podemos y Leganemos. Dos años antes habían conseguido hasta seis concejales. Un hito. La unión saltó por los aires. Cainismo, por cierto, muy habitual en el comunismo.

En el año 2019, Más Madrid y Leganemos fueron también de la mano, a ver si sonaba la flauta. Lo hizo y llegaron a entrar en el Gobierno, pero pasó lo que pasó, el idilio acabó y a vagar de nuevo en la intrascendencia, esa que se ve en el horizonte del 28 de mayo. Y es que no volverá a haber coalición. Leganemos ya lo ha dejado claro y, para más inri, Fran Muñoz se va. Tal vez se barrunta el desastre que se avecina. Algo que, obviamente, no va a reconocer en público.

En Más Madrid no corren las aguas más tranquilas. Tras un tormentoso proceso de primarias, con sospechas de imposiciones y dedazos, la formación de Mónica García ya tiene candidato. “De espaldas al resto de la militancia”, dicen los ‘díscolos’. Una “candidatura arribista y llena de paracaidistas”, sentencian. A eso se le llama empezar con buen pie.

Y todo por el ego, el eterno y dividido ego, pecado capital de nuestros políticos. La izquierda leganense tiene en la división su patrimonio particular. Una fragmentación que, a la larga, hace imposible cualquier atisbo de gobernabilidad. E insistimos: todo por el ego, por un sillón de portavoz, a razón de 60.000 euros brutos al año. Un puesto codiciado por muchos, que envenena al más pintado. Miren, por ejemplo, al portavoz de ULEG.

Los adversarios, cual Napoleón, se frotan las manos. Normal. Los errores se pagan y la izquierda, una vez más, acude dividida a las urnas el 28 de mayo, con cuatro partidos con la posibilidad de obtener representación. Y el alcalde del PSOE, Santiago Llorente, ya puede ir haciendo números, pues vienen curvas.