Nazareth Castellanos: «El 70% vamos a sufrir situaciones traumáticas, y seguimos con que el tiempo lo pone todo en su sitio»

La neurocientífica y física más leída del momento, Nazareth Castellanos, traza un importante tratado sobre la necesidad del autocuidado y el poder de la respiración en su tercer libro ‘El puente donde habitan las mariposas’ (Siruela).

Su mejor libro, ¿lo ve así?
Sí, además es el más maduro, íntimo y humano. Me ha pillado estando en salud mental y en un momento duro personal mío. Vivía la investigación más desde la necesidad que desde la curiosidad.

¿Cuánto le ha servido de refugio la ciencia?
Mucho. Para mí siempre ha sido el lugar donde iba a buscar algún tipo de respuesta o de ayuda. Es quizá la forma de conocimiento en la que más confío. Vengo de la Física y esa forma de acercarse a la naturaleza que es la ciencia se convierte en un bastón en la vida.

A lo mejor acaba usted con esa ‘superioridad’ con la que algunos de ciencias miran a los de letras… ¿y viceversa?
Es una soberbia que se ha asociado a las ciencias como algo que requiere de mayor inteligencia, y es un prejuicio, en mi opinión, absurdo. Pero también hay un prejuicio por el otro lado, como si las ciencias estuvieran muy alejadas de lo humano. Algo que muchas veces me ha sorprendido de las Humanidades es el desinterés por el conocimiento de la biología o de la física. Nadie sabría describir un átomo, y pueden ser tremendamente eruditos en la trayectoria de Goya.

¿Asusta tanta distancia?
Este desequilibrio me asusta un poco. Igual que hacemos muchos esfuerzos para que la ciencia se humanice, creo que en este momento es muy necesario que las Humanidades se acerquen a lo científico, porque vivimos un momento donde la ciencia tiene mucho peso. Ser analfabeto de lo científico es muy peligroso.

En el libro dice «Todos hemos conocido a bastantes cantos rodados»: ¿no han sabido servirse de la intención para esculpirse o no han querido?
Por una parte, no han querido y, por otra parte, no han tenido una cultura en la que se busque sanearnos mentalmente. Sigue siendo un tabú asistir a terapia, hay mucha resistencia a ello. Y las estadísticas nos dicen que hay mucho sufrimiento que sería evitable.

¿Por dónde empezaría?
Cada cierto tiempo, o cuando se ha pasado por una situación difícil, deberíamos mirar qué secuelas nos ha dejado. Ver cómo transformarlo, que no me deje muy herido, como mínimo, y me sirva como una oportunidad de resiliencia. Pero lo que se ve es que dejamos la mente completamente a la deriva. El 70% vamos a pasar por situaciones traumáticas y ahí seguimos: venga a decir que el tiempo pone todo en su sitio.

¿Eso no pasa?
Es que es una tontería: porque igual su sitio es estar mal. Y el cuerpo se adapta a todo. Se adapta a una herida, y una herida sin curar te puede convertir en un enfermo. Hay un estudio que dice que las consultas están llenas de gente que ha sufrido mucho por personas que no han ido. Normalmente los que más dañan son los que más se resisten a ir a terapia. Deberíamos hacer igual que con la salud física. La hemos normalizado: cuando vemos a una amiga yendo al gimnasio, no le preguntamos ¿tienes una lesión? Das por supuesto que va a hacer ejercicio.

¿Cree que llegaremos a ello?
Creo que eso es lo que hay que intentar cambiar: buscar que sea regular ir a terapia o cualquier tipo de acompañamiento. Hay muchos enfoques. O recurrir al propio cuerpo, conocernos un poco más. Esto lo tenemos que empezar a hacer desde pequeños. Para mí este libro es casi una pedagogía del cuidado, de vamos a instaurar en la sociedad que igual que vamos al gimnasio nos estemos cuidando en salud mental. Si no, llegamos a situaciones muy adversas.

Y esto, como hace en el libro, desde un punto de vista científico, ha resultado ser la manera de convencer…
Sí, aunque es un campo que hay que fundamentar mucho más todavía, y hay que ser prudente. La salud mental empieza a conocerse ahora mucho más y los protocolos de actuación. Para mí lo importante es que empecemos a diseñar protocolos o estrategias para que todos nos cuidemos más y evitemos mucho sufrimiento. Yo misma había muchas cosas que no sabía reconocer: por ejemplo, a un personaje narcisista o cuando se está preparando un ataque de ansiedad en mi cuerpo. Cómo puede ser que supiera otras muchas cosas y esto tan básico no lo supiera. Me parece grave que en algunas cosas somos una sociedad futurista de conocimiento y en otros campos somos Los Picapiedra. Y este desequilibrio te lleva a dar muchos bandazos.

Tanto como que hay quienes están 20 años intentando detectar un ataque de ansiedad en su propia persona.
No es nada fácil. Al contrario: te vas a meter en un camino y al final vas a tener que mirar a los ojos lo que más miedo te da.

¿La tormenta no asegura el cambio si el que la atraviesa no se lo propone?
Completamente. Muchas veces estamos esperando a que pase lo que nos sucede, y que pase ya, deprisa, pero hay mucho que hacer más que quedarse sentado en el banquillo. Puede ser que el otro sea un demonio, pero qué has permitido tú y porqué. Siempre hay mucho aprendizaje, aunque el otro sea claramente responsable. Somos islas y nos unimos por puentes, ¿desde qué orilla ha salido mi puente hacia esa otra persona?

Puede ser aterrador ver desde dónde te has unido.
Absolutamente. Por mucho que el otro sea claramente responsable, ¿cómo he llegado yo hasta aquí? Es la pregunta que me hago desde que empieza el libro: cómo he llegado yo hasta esta tormenta.

Serviría para uno mismo y para los demás, para no dañar, porque ¿cuántas heridas nos llevamos por los que no hacen ese ejercicio?
Ese es el tema central del libro para mí. Porque hay un momento, en el que acabas de salir de una guerra, sea con quien sea, pareja o familia, que se puede intentar salvar entre todos, pero con una mirada honesta. Muchas veces es solo uno el que trata de mover el puente, y con solo uno el puente sea cae. Por eso hago esa invitación a que no tengamos miedo a mirarnos dentro.

Lo que pasa es que una gran mayoría ha crecido en un «No ha pasado, ya pasó y el pasado, nada» como si lo que no se nombra no sucediera.
La vida te va poniendo una y otra vez en lo mismo, pero va subiendo el volumen cada vez que lo hace a ver si te enteras. Entonces la tormenta cada vez es más grande. Vamos repitiendo patrones, y patrones que no son solo nuestros, patrones que hemos aprendido de la familia. Hay una información que nos trasciende y la obviamos completamente…

¿La de nuestros ancestros?
Esa me ha interesado mucho: ¿qué he heredado? Pero hay otra que me interesa más: qué puedo hacer con ello. Qué puedo hacer yo para los que vienen después. Un acto de responsabilidad para los que vienen. Tienes que ir cuidándote y sanándote lo mejor que puedas para dejarles la mejor herencia posible. Tener en cuenta esa información de la herencia transgeneracional epigenética no era tanto una mirada hacia atrás como hacia delante para mí. La responsabilidad de: a ver qué haces ahora para que dejes lo mejor que puedas a las personas que vienen detrás.

Eso da qué pensar, en nuestra responsabilidad… Todas esas veces que se mira atrás y se señala lo que se le hizo a uno… Ahora podemos hacer algo para que nuestros hijos y sus hijos estén mejor
Es que a veces es tan complejo…, ¿qué le vas a pedir a tu madre o a tu abuela? Demasiado han hecho… Yo el momento de la historia en el que viviría es ahora. ¿Tú te imaginas preguntando a tu abuela: tú ibas al psicólogo? Igual tu abuela ni sabe lo que es. Pero es bueno mirarlo para ver qué me ha podido llegar a mí de todo aquello. Aunque para mí la mirada sea más hacia el futuro, qué tengo y puedo hacer conmigo para dejar lo mejor a mis nietos.

Para eso hay que querer…
Si nos lo proponemos, claro, porque no es la vida y el destino… Tú también tienes que hacer algo, hay que tomar partido, poner voluntad. Pon voluntad, no todo pasividad.

O el mal entendido Tao por algunos: «no hay que hacer nada… Nunca…»
Totalmente. No hacer nada no es sentarse y no hacer nada. Todo es interpretación y hay frases que nos vienen de maravilla para escondernos. Que vayas más deprisa no significa que vayas con ansiedad; puede ser que tengas la capacidad de hacer las cosas rápido. No estoy tranquila porque haga las cosas despacio. Ir rápido no es ir deprisa y que tú vayas despacio no significa que tú estés tranquilo. Hay muchas mujeres muy dinámicas, ¿no les van a enseñar a meditar porque no dicen una palabra a la hora?

¿Lo primero que le diría a quien quiera iniciarse?
Observa como si estuvieras esperando sin más. Simplemente te asomas a tu propia ventana y una vez te has asomado ya… No puede ser una sociedad ciega hacia sí misma. Mira a una ventana, resulta que es un espejo.

También te puede interesar...