Juan Fernández 'el Labrador': Bodegón con cuatro racimos de uvas, hacia 1636. Óleo sobre lienzo, 45 x 61 cm. © Archivo Fotográfico. Museo Nacional del Prado. Madrid

Pintar imágenes que no puedan diferenciarse de la realidad ha supuesto un desafío para artistas de todos los tiempos. La habilidad para engañar al espectador, haciendo pasar lo pintado por real, mediante las leyes de la óptica y de la perspectiva es todo un juego, cuyos primeros ejemplos se conocieron a través de textos literarios griegos.

El más famoso es el episodio narrado por Plinio, en el que los pintores Zeuxis y Parrasio participan en una suerte de concurso de habilidades. El realismo de las uvas pintadas por el primero es tal, que incluso los pájaros se acercan para comerlas, mientras que Parrasio presenta una pintura que representa una cortina; Zeuxis le pide que la retire para poder admirar así su obra, pero se da cuenta de que ha caído en el engaño y reconoce la gran habilidad de su oponente.

Carlo Crivelli: La Virgen con el Niño, hacia 1482-1483. Temple sobre tabla. 45,9 x 33,6 cm. Bérgamo, Accademia Carrara. Foto: © Fondazione Accademia Carrara, Bergamo

Como no podía ser de otra forma, los pintores del Renacimiento quedaron fascinados por eso que, siglos más tarde, los franceses llamaron ‘trompe l’oeil’, o trampantojo para nosotros, publicado por primera vez en un diccionario de Bellas Artes de 1806, aunque ya había sido utilizado como título de una pintura en 1800.

Ahora en pleno siglo XXI, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, con la colaboración de la Comunidad de Madrid, reúne siete siglos de ese engaño visual, el juego entre la realidad y la ilusión, con la exposición Hiperreal. El arte del trampantojo. Una revisión del género, a través de más de un centenar de obras de alta calidad, procedentes de museos y colecciones particulares de todo el mundo, que ponen en evidencia los temas más representativos de la pintura de caballete.

DEL SIGLO XV AL XXI

El arco cronológico abarca desde el siglo XV hasta el XXI, pero las obras se presentan ordenadas por materias y escenarios, independientemente de su fecha de ejecución, para poder así resaltar la continuidad del género, que se prolonga hasta nuestros días.

Christoffel Pierson: Aparejos de cetrería en un nicho, hacia 1660-1670. Óleo sobre lienzo, 80,5 x 64,5 cm. Cortesía de la National Gallery of Art, Washington. Patrons’ Permanent Fund

La exposición, comisariada por Mar Borobia y Guillermo Solana, se organiza en apartados, empezando por la Puesta en escena, dedicado al bodegón, con exquisitas obras como el magnífico Bodegón con cuatro racimos de uvas (h. 1636) de Juan Fernández ‘el Labrador’, emulando a Zeuxis.

De ahí pasamos a Figuras, encuadres y límites, sobre el engaño a través del marco pintado, con Huyendo de la crítica (1874), de Pere Borrell del Caso, como exponente; seguido de otro tercer estadio como Huecos para curiosos, donde se recogen representaciones de hornacinas, vanos o armarios con objetos diversos que sorprenden por su ilusionismo.

En la mitad del viaje topamos con Muros fingidos: tablones y paredes, convertidos en escenarios para exhibir objetos que muestran la pericia del pintor, como por ejemplo Naturaleza muerta con pertrechos de caza (1665), de Johannes Leemans; llegando después a Desorden perfecto, dedicado a los rincones de artista y a los ‘quodlibet’, subgéneros del trampantojo.

La muestra, abierta al público hasta el 22 de mayo, va encaminando su final con Llamada a los sentidos, composiciones cuyo tema principal son las esculturas y las flores; Renovación americana y su estela, dedicado a los renovadores del género en Estados Unidos y a su influencia, y Trampantojo moderno, con piezas que destacan por mostrar la habilidad y la imaginación de sus autores para sorprender, con especial atención a los siglos XX y XXI.

La exposición termina con una obra del escultor Isidro Blasco, encargada exprofeso para cerrar un recorrido donde la ilusión y la realidad van de la mano.