Si esto no se arregla ¡Guerra, guerra, guerra! Si esto no se apaña ¡Caña, caña, caña! Hubo un tiempo en que los sindicatos, como UGT, Comisiones Obreras e incluso la CGT, atormentaban a los distintos gobiernos de la democracia, con huelgas generales y este tipo de consignas con las que a más de un presidente y ministro no le llegaba la camisa al cuello. Pero eso es pasado.

Ahora los sindicatos mayoritarios están atados y bien atados vía Presupuestos Generales del Estado. Tan triste y lamentable, como cierto. De vez en cuando da un par de ladridos, como los de este día 23 de marzo, bajo el lema: ‘Contener los precios, proteger el empleo, frenar el deterioro de nuestras condiciones de vida’. Pero poco más.

De hecho los secretarios generales de la UGT y Comisiones Obreras, Pepe Álvarez y Unai Sordo, respectivamente, abogaban por “huir de la simplicidad de bajar los impuestos como solución”. Lógico, por otra parte, teniendo en cuenta la mordida que tanto la UGT como CC.OO. le pegan al presupuesto.

El Gobierno de PSOE y Podemos no ha tenido ni un gesto en la contención del gasto público mientras la inflación sigue subiendo a lomos de las familias españolas. Ante una situación insostenible, el país está abocado a una huelga general

Años de servilismo al poder establecido, sobre todo con un Gobierno del PSOE y sus socios comunistas, han hecho que los sindicatos sean cada vez más repudiados por la población. Han pasado de ser un pilar fundamental de la democracia, el escudo de los trabajadores, a mamporreros del Ejecutivo ‘Sanchista’. Cierto es que hay sindicalistas de base que hacen honor a su nombre, sobre todo en ayuntamientos y empresas, pero sus élites, los Álvarez y Sordo de turno, apenas diferencian su rostro de cemento de hormigón armado a la de cualquiera de los 22 ministros que ocupan el Gobierno de España.

Como decía George Orwell en ‘Rebelión en la Granja’: «Los animales que estaban fuera miraban a un cerdo y después a un hombre, a un hombre y después a un cerdo y de nuevo a un cerdo y después a un hombre, y ya no podían saber cuál era cuál».

Una analogía para los sindicatos mayoritarios, que esta última semana viven una bofetada de realidad. El paro de transportistas convocado lejos de las tradicionales secciones sindicales ha empujado a CC.OO y UGT al mayor ostracismo popular. Y la manifestación del campo este domingo en Madrid, sin su presencia, les ha dado la puntilla. Perdieron la calle y la voz de los trabajadores.

Otro tanto le ha sucedido a ese Gobierno llamado de izquierdas, con Pedro Sánchez a la cabeza. Tanto tiempo hablando de la España vaciada, y el día que ésta llena las calles, la única respuesta a sus legítimas demandas de bajar la presión fiscal para no producir a pérdidas ha sido el insulto: extrema derecha por aquí, extrema derecha por allá.

El Ejecutivo de PSOE y Podemos, que ha elevado el gasto público a cotas inimaginables, entre ministerios, subvenciones a sindicatos afines y asesores, no ha tenido ni un gesto de contención del gasto. Al revés. Pues la respuesta a esta falta de respeto no es otra que dar un paso más: la huelga general; y que este triunvirato de Gobierno y sindicatos se paguen ellos su fiesta ministerial.

ENCUESTA – ¿Apoyaría una huelga general contra el Gobierno?