El viernes acudía a los cines Yelmo Ideal a ver la película del año: Joker. Si es que Scorsese no lo impide. La obra de Todd Phillips, con un espectacular Joaquin Phoenix, que retrata la deshumanización de una sociedad que engulle almas y vomita criminales.

Resulta irónico que antes de disfrutar de la proyección me tope de bruces con una realidad para nada de película. Y es que no podía entrar con mi café del exterior ya que, en virtud de un Real Decreto, a Yelmo se le reconoce como restaurador, además de sala de cine, y por tanto impide entrar con comida o bebida de fuera.

Siempre he detestado que se disfrute del arte como si de un picnic se tratara. Pero lo dejo a la libertad de la gente y no a la decisión de una cadena. Allá cada uno. Quizá pequé por llevar mi café. Sin embargo, como ciudadano y consumidor, me niego a acatar una decisión abusiva, como sus precios.

Yelmo, como otras cadenas, es un cine. Su razón de ser es ésta y no la restauración Por lo que entré, me bebí mi café, disfruté del trabajo de Phoenix, me estremecí con la historia de Arthur Fleck y puse mi pertinente reclamación. Desde aquí animo a hacer lo mismo.