En lenguaje coloquial, el ego está definido como una valoración excesiva de uno mismo. Para la psicología y la metafísica, el ego ha sido objeto de estudio y de las más variopintas teorías, que sirven para tratar de entender el comportamiento humano.

Lo que está claro es que el ego se mueve en la dualidad: entre bueno y malo, humilde y soberbio, víctima y verdugo… Extremos que, sin capas ni juicios, vienen a ser lo mismo, pues el humilde necesita del soberbio para afianzar su papel, y que decir de la eterna víctima, que ve agravios y culpables por todos lados. Todo ello desemboca en un malentendido orgullo, que encona las relaciones humanas y perpetúa los conflictos. ¿Por qué si no la historia es cíclica, o eso se dice? Porque el ser humano ha olvidado su esencia y se ha dejado arrastrar por el ego, que no ve más allá de su propio ombligo. El 99% de las veces, por miedo.

Afortunadamente del ego, como de todo, se sale. A menudo por experiencias traumáticas, pero siendo conscientes, parando, reflexionando y comunicándonos con el entorno, el sufrimiento no es necesario y entonces comprendemos que hay mucho más importante por encima del ego.

Ayuntamiento y Policía Local deben entender que están al servicio de los vecinos, no de sus egos. Estos conflictos enconados no benefician en nada a la seguridad de la ciudad, por lo que deben negociar hasta la extenuación por el bien de Leganés

Por ejemplo, en una ciudad, hay cuestiones por encima de sus gobernantes y agentes sociales, como la seguridad. Si no hay seguridad en las calles, todo lo demás cae como un castillo de naipes. Y eso, a día de hoy, lo garantiza una Policía Local, que ha de ser dirigida con buen tino por el Gobierno de turno. Si ambos cuerpos funcionan como uno solo, la ciudad puede estar tranquila. Ahora bien, cuando los dos reman en direcciones opuestas se acabó la armonía, y eso al final lo pagan los vecinos.

Así en Leganés, tanto representantes policiales como Ayuntamiento deben entender que están al servicio de la ciudadanía, no de sus egos, y han de negociar hasta la extenuación por el bien de Leganés. Episodios como las denuncias por posibles agresiones o las decisiones unilaterales de bajar complementos salariales y mermar los efectivos de la plantilla no ayudan a que las aguas bajen tranquilas por el cauce, todo lo contrario.

Leganés debe fijarse en otras ciudades del entorno, como por ejemplo Fuenlabrada, y alejarse del espejo de Getafe, donde estos días los agentes han tomados las calles, hartos de los agravios de su alcaldesa. Estos conflictos enconados, de pullas en uno y otro lado, con denuncias mediante, no ayudan en nada a la seguridad de la ciudad. De esta guerra nadie sale beneficiado. Por fortuna, siempre hay tiempo para rectificar, pues sabemos que es de sabios. Así que a los implicados en la materia, piensen en sus vecinos, actúen con sabiduría y aparquen sus egos por esta vez.