Las calles de Leganés presentan en demasiadas ocasiones un aspecto que se parece demasiado a un vertedero, con bolsas de basura que se amontonan alrededor de los contenedores y con una acumulación insoportable de porquería que se esparce por parques, jardines y espacios públicos, como se comprueba con un simple paseo por los barrios.

Lejos de amainar, el problema de la suciedad amenaza con enquistarse porque desde que accedió a la Alcaldía en 2015, el alcalde socialista Santiago Llorente no ha implantado ni una sola iniciativa de éxito encaminada a resolver una de las principales inquietudes de los vecinos, que en ocasiones no tienen más remedio que soportar un olor nauseabundo en muchos rincones a cuenta del deficiente servicio de limpieza que se presta en la ciudad.

Una de las principales causas de que sea demasiado fácil encontrarse con montañas de basura son los fallos que presenta el sistema de recogida neumática o contenedores soterrados, instalados en Leganés Norte y en Zarzaquemada, dos de los lugares en los que más quejas se reciben por el riesgo para la salud que entraña tanta acumulación de residuos, que sin duda suponen una atracción para insectos y ratas.

Pero a esta circunstancia se le añade otra que refleja bien a las claras que Llorente es el principal responsable de que Leganés se haya convertido, a juicio de la oposición y de muchos vecinos, en la ciudad más sucia de la Comunidad de Madrid: suele ser habitual que por la noche sólo estén operativos dos camiones encargados de recoger la basura, según ha denunciado el Partido Popular. Se trata de un contingente a todas luces insuficiente para un municipio de 190.000 habitantes y con barrios separados entre sí por una distancia considerable.

La gestión de Llorente al frente del Gobierno municipal de Leganés acumula, además, otro desastre: los contenedores de cartón, que a menudo rebosan porque la recogida no se efectúa con la frecuencia deseada, parecen auténticos amasijos de lata porque muchos de ellos están completamente destrozados, lo que sin duda repercute en la imagen de decadencia que desde hace tiempo proyecta la ciudad entre sus vecinos, muy críticos con la labor política del PSOE, y los que visitan la ciudad.

Sin embargo, poco parece importar al alcalde que Leganés sea un estercolero, a tenor de la escasa preocupación que muestra por un asunto que amenaza con pasarle una cara factura electoral en las elecciones municipales previstas para 2023, en las que los electores tendrán en su mano la posibilidad de castigar a Llorente por no ser capaz de plantear soluciones eficaces al problema de la suciedad.