El espíritu de resistencia y superación de Madrid no conoce límites. La región ha aguantado los envites de la historia, y siempre ha seguido y seguirá ahí: inasequible al desaliento.

Castigada como pocas por el coronavirus, Madrid se convirtió para muchos en foco de la pandemia. Y los madrileños, poco menos que apestados. La alta densidad de población propició un rápido avance de contagios y, desgraciadamente, muertos. Fueron muchos los que utilizaron esta calamidad para atizar a la capital. Recordemos si no al socialista Simancas: “España tiene tantos muertos por Covid porque en España está Madrid”, decía este siniestro personaje de la política patria sobre las cifras de Madrid.

Fueron, decimos, meses muy duros, en los que se utilizaron muertos e infectados para tumbar a la Comunidad. Madrid siempre ha sido la joya de la Corona a nivel político, y con la excusa de la Covid se puso en bandeja para un cambio de color. Sin duda, con la colaboración de alguien de dentro (¿alguien se acuerda del ‘stop and go’ o el ser virus o vacuna?).

Isabel Díaz Ayuso, presidenta regional, era la enemigo público número uno. Pero tenía una estrategia, que defendió y defiende con uñas y dientes. Pasó de ser el ‘puching ball’ de la izquierda a su azote. Si la Comunidad daba a los madrileños mascarillas FPP2, los mismos que negaban su uso en febrero decían que sobreprotegían. Si restringía movimientos por zonas básicas de salud, que eso era segregación. Si utilizaba test de antígenos, que estos no eran infalibles. Con todo ello, Madrid pasó de ser foco del virus a contenerlo y convertirse en la región peninsular con menor riesgo de contagio. Pues incluso han cuestionado los de siempre los datos epidemiológicos de la Comunidad.

Cada movimiento de Madrid es analizado con lupa. Como con la sanidad ya no pueden, ahora usan de ariete la exitosa política fiscal de la Comunidad

Al contrario que otras regiones, como Cataluña, País Vasco o Navarra, Madrid ha doblegado la curva de contagios y disminuido su incidencia acumulada sin parar la actividad. Así sigue siendo el motor de la economía española.

Para más inri, en este tiempo inaugura el primer hospital de pandemias del país, el Enfermera Isabel Zendal, situado estratégicamente cerca del principal aeropuerto español. Construido en tiempo récord. Un recurso público también criticado desde la izquierda, como no podía ser de otra manera.

Cada movimiento de Madrid es analizado con lupa. Como con la sanidad ya no hay ariete posible para tumbar la gestión de Ayuso, aplaudida incluso por Le Figaro, el periódico más longevo de Francia, ahora utilizan la política fiscal para atizar. Una economía, la madrileña, capaz de recaudar más con menos impuestos. Algo que, obviamente, pues tampoco gusta a una izquierda rabiosa de haber ganado en 2019, pero insuficiente para gobernar.

En esta batalla se ha buscado de aliados a secesionistas catalanes (ERC) y nacionalistas vascos (PNV). Los primeros hablan de Madrid como “paraíso fiscal” para los más ricos. ERC, un partido que ha provocado la fuga de empresas de Cataluña, empobreciendo a unos catalanes a los que cose a impuestos para mantener chiringuitos independentistas por España y el mundo. Los segundos, el PNV, que quieren brear a tributos a los madrileños, con el favor del PSOE de Pedro Sánchez, pero que su concierto no se lo toquen.

Estos dos partidos, decimos, con el beneplácito del actual socialismo, quieren invadir competencias fiscales de Madrid, inventándose eso de “armonizar”. Que afán de igualar a todos en la mediocridad y la pobreza. No soportan a los madrileños y nuestra fortaleza de levantarnos con cada caída. Una resistencia que la presidenta Ayuso se ha echado a la espalda.

Con estos ataques indiscriminados la han revestido de una popularidad a la altura de aquella Manuela Malasaña de 1808 contra los franceses. Un espíritu que ha recuperado para la causa.