“Llegó una información con datos fiscales y bancarios, imagino que de entidades públicas. En estos casos de posible irregularidad, preguntamos a los afectados. Si hay alguna prueba convincente lo remitimos a Fiscalía y se inicia un procedimiento”.

No contento con admitir que podría haber incurrido en un delito tipificado en el artículo 197 del Código Penal, Pablo Casado tenía que hundir más al PP en el fango y añadía en la COPE: “La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000€ de beneficio por vender mascarillas”.

Horas después, Isabel Díaz Ayuso mostraba todos los contratos, los papeles y facturas, que dejaban en evidencia al presidente del PP y su equipo de correveidiles (Egea, Levy, Maroto o Gamarra). La suerte estaba echada, Casado intentaba retractarse en privado, convocando a la presidenta madrileña a una reunión, y pactar algo así como ‘pelillos a la mar, tras llamarla públicamente corrupta e incoar un expediente disciplinario, sin las garantías que recogen los estatutos del propio partido (Andrea Levy, tú también estás en la rampa de salida).

Por supuesto Ayuso, ya cruzado el Rubicón, no se plegó a esta infamia. Si la familia de una es lo más sagrado, qué decir de su inocencia. El domingo, frente a la sede en Génova, el clamor era abrumador: ¡Casado dimisión! Y cada día que pasa sin que ésta llegue, es un clavo más en el ataúd del PP y otro más apuntalando a Pedro Sánchez en La Moncloa.

Indignante como, sin pruebas, han querido acabar con la carrera y la imagen de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Y como Casado ha convertido al PP en una especie de felpudo del ‘Sanchismo’

Pablo Casado se ha dejado arrastrar por la tristeza del ego. Siempre se supo inferior a Ayuso y en vez de unirse a ella, que le catapultaba a la Presidencia de España, se entregó al veneno de otros aún más mediocres que él, como el propio Teodoro García Egea.

Indignante como, sin pruebas, han querido acabar con la carrera política y la imagen de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que ha sido un ejemplo a nivel mundial de la gestión de la pandemia, armonizando la salud y la economía frente a un Gobierno que no dudó en poner todas las trabas del mundo, para hundir a Madrid. ¿O es que nadie se acuerda ya de aquel Estado de Alarma solo para la región madrileña, en octubre del 2020?

Y esa ruindad no ha sido lo peor de todo este sainete, sino la imagen de un PP, el de Pablo Casado, convertido en felpudo del ‘Sanchismo’, como un partido dispuesto a heredar la ruina de PSOE y Podemos, en vez de capitanear un cambio de políticas, que nos conducen al abismo y la destrucción. Cualquiera se cree ahora el “error” de la mano derecha de Egea, Alberto Casero, en el voto afirmativo a la reforma laboral. Ahora cobra todo el sentido del mundo ese gesto de tranquilidad de Sánchez, y un Casado imperturbable en su banquillo.

Hoy el presidente del PP es historia. Mala, además. Ha llegado el momento de que hablen los afiliados en un Congreso que elija una nueva dirección. Y para que eso ocurra, primero, debe dimitir y ¡ya! Pablo Casado.