La reforma laboral recientemente aprobada por el Congreso de los Diputados define muy bien a esta sociedad española de chismes y paradojas. A tales niveles llega el sin sentido, el absurdo, o lo que Valle Inclán llamó el esperpento.

Solo así se explica que una de las normas que marcan el presente de quienes madrugamos para pagar la gasolina a 1,70 euros el litro, soportamos un 6% de IPC y el 21% de IVA, y mantenemos a una casta política de 70.000 euros brutos anuales para arriba, sin saber apretar un botón, haya salido adelante por un “error” de un diputado del PP. Tiene bemoles la cosa.

Y después el sainete, claro. Gritos por doquier. ¡Pucherazo! ¡Medida histórica! Y al final, una reforma que, casualmente, beneficia a sindicatos y patronal, conchabados, sin errores, con el Gobierno.