En tiempos en que tipos como Óscar Puente o Pablo Viondi demuestran que solamente valen lo que sirven a su líder político, Antonio González Terol demuestra que la política no es un negocio ni una carrera profesional. Y por eso vuelve a la actividad privada porque no es un “profesional de la política”, porque es un profesional.

González Terol aterrizó como candidato a la alcaldía de Alcorcón por el Partido Popular y era lo que, en términos coloquiales, definen los políticos como un paracaidista, el que llega a la candidatura de un sitio sin tener nada que ver con ese sitio.

Y González Terol se curró una campaña que nadie, ni los de allí de toda la vida, se habían currado. Se trabajó un “puerta a puerta” de verdad que los de su partido en la ciudad consideraban absurdo. Bajó a la calle y hablaba con los vecinos, con los que estaban a favor y con los que estaban en contra, y nadie puede puede decir que no era un candidato cercano.

Ganó las elecciones y no alcanzó la alcaldía porque, ni con los votos a la derecha daban los números, en el escrutinio electoral más comprometido que se haya vivido en el sur de Madrid.

Candelaria Testa, socialista y buena persona, es la alcaldesa de una ciudad que no se merece otro gobierno de izquierdas. Y Antonio González Terol, siendo el más votado, quedó para portavoz de la Oposición.

González Terol, que tenía vida antes de la política, ha decidido dejar esa portavocía y volver a su profesión, volver a ser un ingeniero en una empresa privada y mantener su escaño de concejal en el Consistorio de la ciudad en la que fue el más votado.

A veces los políticos y la política no son lo que parece. Y Antonio González Terol va y lo demuestra.