COMUNIDAD DE MADRID FOTO: D. SINOVA

El Congreso del PP de Madrid dejó a las claras que Isabel Díaz Ayuso es la líder indiscutible de los populares a nivel regional. Quedó patente también frente a Pablo Casado. Alberto Núñez Feijóo lo sabía y se apoyó en ella. De hecho lo sigue haciendo, como quedó evidente en Alcalá de Henares, hace menos de una semana.

Cristalino como el agua, Ayuso no necesita demostrar su liderazgo. El que lo es y lo sabe no tiene que ir a todas las luchas que plantea la oposición, mucho menos a simples escaramuzas. Un líder, que sabe que lo es, ha de delegar en sus personas de confianza y consta que tiene uno de los mejores equipos posibles. Así lo dicen los datos económicos de una región que ha escapado de los brazos del ‘Sanchismo’, el peor presidente de la democracia, sin duda alguna.

“No digas a la gente cómo hacer las cosas, diles qué hacer y déjales que te sorprendan con sus resultados”, apuntaba el general George S. Patton. Y es verdad, pues todo gran líder no debe marca el camino a seguir a cada paso, sino la dirección que tomar, mientras permite a sus seguidores que desplieguen todo su potencial y capacidades, que fluyan y sorprendan en el desarrollo de éstas.

“No hables a menos que puedas mejorar el silencio”, decía Borges. Ante el ruido de una izquierda en desbandada, la presidenta madrileña se equivoca en seguir guerreando y no dejar a otros que se ocupen de las trampas y escaramuzas

La izquierda madrileña se sabe débil, floja, en retirada, con unos portavoces de perfil bajo. En cambio la presidenta madrileña viaja con viento de cola, pero se empeña en ponerlo de cara, en contra de todo, aunque no lo necesite. Para esas pequeñas escaramuzas están sus lugartenientes, a los que debe dar manga ancha, confiar en ellos y dejar que saquen a relucir sus cualidades.

Con ese viento a favor, que la augura cuatro años más como presidenta de los madrileños y futura presidenta de España, Ayuso debe moldear un lenguaje duro, que es verdad que la ha llevado a donde está, pero que ahora ha de evolucionar a otro tono más sosegado y pausado. La oposición, sabiendo de su vehemencia, le pone todos los caramelos para atraparla, y acaba consiguiéndolo, pues la presidenta se deja llevar por ese personaje que habla y opina de todo, sin reflexión y desde las tripas.

Craso error. “No hables a menos que puedas mejorar el silencio”, decía Borges, y ante el ruido de una izquierda desquiciada, la presidenta debe practicar más a menudo la reserva y el sigilo, dejando a otros que desempeñen el papel batallador.

Ha ocurrido, por ejemplo, con las “rebajas” energéticas y la “gratuidad” del transporte. Ese caramelito socialista envenenado, que primero escupió y ahora ha hecho suyo. Y para qué. E igualmente con la muerte de la Reina de Inglaterra. ¿A qué viene la patochada de decretar tres días de luto? Mensaje de condolencia y san se acabó. Tanto protagonismo acaba empalagando, presidenta.

La izquierda está acabada, es obvio. La obstinada realidad de una desagradable ruina que deja el ’Sanchismo’ será historia. Llega el tiempo de envainar la espada y alejarse de los focos que acaban deslumbrando. Es el momento de aparcar el ego del protagonismo, gobernar desde la mesura y no desde la bronca y el eterno YO.