Cien años custodiando la cultura en papel: la Cuesta de Moyano o, como la llamaba Umbral, «la calle más leída de Madrid»

Es un símbolo, una declaración absoluta de libreros y lectores, de madrileños que han resistido frente a lo digital y lo supuestamente moderno, es una calle donde el papel reina sobre cualquier pantalla, y las personas pasean mirando libros en vez de móviles. Y ha cumplido cien años. Un siglo de resistencia cultural y hasta un lujo de lo inmaterial. Sí, es la Cuesta de Moyano: Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo y en proceso de ser reconocida oficialmente como Bien de Interés Cultural en la categoría de Patrimonio Inmaterial bajo la denominación de Feria de Libros de la Cuesta de Moyano.

En una ciudad que no ha podido escapar, o no del todo, a la voracidad de lo digital, en detrimento del papel, y en el que pasear se convierte en prácticamente una cruzada en las zonas más céntricas, esta Cuesta, con su hilera de casetas alineadas, es la muestra de que se lee, se puede y no todo son pantallas azules.

Situada junto al Jardín Botánico y muy cerca del Museo del Prado y el parque de El Retiro, esta cuesta, oficialmente llamada calle Claudio Moyano, como homenaje al pedagogo, ha sido desde 1925 un lugar de referencia y encuentro para lectores, estudiantes, bibliófilos, curiosos, buscadores de tesoros y oportunidades.

Hoy es una excepción este espacio, pero no siempre fue así. A comienzos del siglo pasado era habitual ver a libreros ambulantes vendiendo sus libros desde carritos o mantas en el suelo, sobre todo alrededor del Retiro. Libros usados, escolares, ejemplares descatalogados o joyas escondidas tras una capa de polvo y viaje pasaban de mano en mano en un comercio informal.

El Ayuntamiento decidió dar solución institucional a un fenómeno cultural y una seña de la cultura popular madrileña que convenía mantener. El concejal Ángel Galarza impulsó la creación de un espacio fijo para vender libros de segunda mano. En 1925 nacía así la Cuesta de Moyano en el mismo lugar que permanece.

Desde entonces ha sido un símbolo de la resistencia cultural madrileña, y no solo porque los libros sean los protagonistas sino porque quienes abren día tras día sus puestos son auténticos custodios de la memoria impresa, además de consejeros literarios tan escasos hoy.

Durante un siglo la Cuesta ha visto pasar generaciones de lectores y también de escritores. Ha sobrevivido a guerras, crisis y transformaciones tecnológicas. Escritores como Cela, Umbral, Trapiello o Marías han sido habituales en estos adoquines. Y aunque hubo un momento en que estuvo a punto de desaparecer, la Cuesta no cedió.

En los últimos años ha vivido un renacer gracias a las iniciativas culturales que han sabido combinar tradición cultural y modernidad con lecturas al aire libre, encuentros con autores y conciertos. Tanto la Asociación de Libreros Cuesta de Moyano como la Asociación Soy de la Cuesta son un pilar fundamental en la preservación y revitalización de este espacio.

En tiempos de prisas, Moyano invita a la pausa. En tiempos de consumo desmedido y brutal,  Moyano ofrece detenerse, contemplar y azar. Ese precioso destino que llamamos azar y que en esta calle puede ser el de encontrar el tesoro de la infancia, o una obra con una especial dedicatoria.

Trinchera y faro, pero sobre todo la Cuesta de Moyano es lo más hermoso y difícil: bello y universal verso.

 

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