La danza es fuente de bienestar para todo tipo de colectivos. En España existen profesionales que trabajan con los más vulnerables a través de este arte. Una de ellas es Alicia Herrero Simón, coordinadora del Itinerario de Danza Social, Educativa y del Bienestar del Conservatori Superior de Dansa de València (CSDV), que nos cuenta su novedoso proyecto.

¿Qué es la Danza Social?
Básicamente la que promueve la socialización y aporta beneficios para las personas que la practican. Desde el ámbito académico es una disciplina artística integradora y mediadora que socializa, educa y contribuye al bienestar general.

¿Cómo intervenís en este sentido?
¡Se viven pequeños y grandes milagros a diario! Desde lo que le pasa a aquel cuerpo pequeño, en tamaño, con dificultades para comunicarse con el entorno, y que tras varias sesiones de danza es capaz de canturrear. O la transformación del cuerpo grande, en edad, que usa un andador para desplazarse, pero, cuando empieza la sesión parece olvidarse de él y se contonea por toda la clase. Cambian las caras y los cuerpos, del inicio al final. La tensión desaparece, respiramos más profundo, ya no duele nada. A veces surgen emociones que han estado bloqueadas y como si fuera magia de repente todo fluye y sale y se transforma.

¿De dónde nace este interés por el aspecto social del arte?
Trabajaba en Londres como bailarina profesional y realizábamos proyectos con colectivos vulnerables. Así me di cuenta del poder transformador de la danza. Tuve una crisis de valores y decidí volver a mi ciudad natal, Xàtiva, para iniciar un proyecto de danza comunitaria. Comencé a desarrollar proyectos sociales en Valencia para que las personas pudieran ser las protagonistas y beneficiarse de las bondades de la danza.

De esas bondades que comentas: ¿Cuáles serían las más destacadas?
La danza, cuando está bien dirigida y ejecutada, mejora las capacidades físicas y todos los procesos cognitivos. Además, potencia las capacidades comunicativas, la creatividad, las habilidades sociales, fortalece los vínculos, refuerza la autoestima, divierte y a través de ella desarrollamos la sensibilidad, la empatía, la resiliencia, la solidaridad. Estos beneficios son mucho más significativos cuando se aplica en colectivos que por diversos motivos su salud se ve afectada o viven una situación compleja debido a cuestiones socioculturales o económicas.

“Lo importante no es quiénes somos, sino lo que ocurre, lo que nos motiva, lo que todas juntas generamos, lo que nos hace avanzar”, dice la precursora de este proyecto

¿Con qué colectivos sueles trabajar?
A través del CSDV, desarrollamos proyectos de colaboración con centros de educación especial, personas con Alzheimer, residencias, con mujeres víctimas de violencia de género. Además, coordino proyectos con familias y bebés, menores tutelados, personas con diversidad funcional o con enfermedad mental. Bailo con muchas personas, todas diferentes, todas especiales, todas únicas. Lo importante no es quiénes somos, sino lo que ocurre, lo que nos motiva, lo que todas juntas generamos, lo que nos hace avanzar.

¿Los conservatorios prestan interés a este modelo de danza?
La Comunidad Valenciana es pionera en este sentido. En el CSDV llevamos desde el 2017 ofreciendo un Itinerario de formación específica en danza social. Desde septiembre hemos ampliado nuestra especialidad de Grado en Pedagogía de la danza con este enfoque. Viene gente de toda España a cursar la especialidad en Danza Social.

Y acabamos: ¿Qué experimentas formando a alumnos?
Compartir experiencias, dudas y descubrimientos con el alumnado es una aventura diaria. Más allá de todos los aprendizajes teóricos, técnicos y prácticos, las enseñanzas artísticas superiores son un hervidero de talento, debate e inspiración. Es muy gratificante seguir las trayectorias profesionales del alumnado.