El 11 de septiembre Cataluña celebra su fiesta regional, que de un tiempo a esta parte ha sido convertida en un aquelarre independentista. Sus corrompidos tentáculos manejan a la mismísima Moncloa, que los ha convertido en sus socios preferentes de Gobierno, desde que Pedro Sánchez es presidente.

Cataluña ha sido secuestrada por la violencia secesionista. Y un nuevo episodio se vivió el pasado sábado, cuando las hordas de rufianes rodearon la Comisaría de Policía Nacional en la Vía Laietana. Una manifestación de puro odio, con el silencio cómplice del Gobierno central y un ministro, Fernando Grande-Marlaska, que tiene abandonados a los policías -que se lo pregunten a los nacionales de Fuenlabrada-.

Paralelamente a la Diada, Madrid se engalanaba con el segundo día de la Feria del Libro, donde la estampa eran grandes filas de personas esperando a entrar al encuentro con los libros. Dos realidades que muestran la decadencia a la que han sometido a Cataluña, con la vanguardia que representa Madrid, que creció económicamente un 31,7% en el último año y es la primera región en inversión extranjera, puesto que ocupó siempre Cataluña.