Todo para el pueblo, pero sin el pueblo fue el lema de los déspotas ilustrados, que tomaban una serie de decisiones para, a priori, mejorar la vida de sus súbditos (que no ciudadanos), sin contar con su participación, recomendación o intervención.

La clásica forma de entender la vida de los abusones, opresores y caciques, que actúan sobre el terreno como si fuera suyo, sin importarles un rábano lo que opine su vecino. Y pobre de aquél que ose criticar o alzar la voz contra estas prácticas.

Con mucho despotismo y poca ilustración, en Getafe, desde hace ocho años, tras un paréntesis del Castrismo, las riendas las lleva una alcaldesa, que deja a su maestro y mentor, en poco menos que un chisgarabís, siendo alumna aventajada del sanchismo más recalcitrante que campea por España.

Sara Hernández, que solo iba a estar dos legislaturas en el poder, pero cambió de opinión como su jefe en Ferraz, bien podría emular al Charles Laughton que David Lean dirigiera en 1954, en El déspota, adaptación de una obra teatral de Harold Brighouse.

Los comerciantes del mercadillo son los últimos en sufrir el despotismo de la alcaldesa y su equipo. Más lo padecerán esta legislatura y seguiremos informando, le pese a quién le pese

En una analogía, la regidora y su equipo usan los medios públicos del Ayuntamiento, pagados por todos los vecinos, para atizar a la Comunidad de Madrid siempre que pueden, lamentándose de lo injustos que son desde Sol, donde no se les escucha ni se atiende a sus demandas. Al tiempo de su quejido, el Gobierno municipal aplica el ordeno y mando en cualquier ámbito de la ciudad, sin escuchar recomendaciones más allá de la oficina socialista, mucho menos tolerar la crítica. Todo ello con la complicidad de un Podemos, que mientras le den las migajas de un asiento al lado de la lideresa callará, y un Más Madrid que no se entera o hace por no enterarse de la misa la mitad.

Los últimos en saber de la intolerancia del Gobierno déspota de Getafe han sido los comerciantes del mercadillo de los sábados, a los que les han dado la puntilla sin explicación ninguna. Porque lo digo yo y punto.

Así entiende la gobernabilidad la alcaldesa de Getafe y su equipo, con concejales acudiendo a manifestaciones donde se jalean los atentados terroristas de Hamás contra Israel. Una regidora que da la espantada cuando temas como la inquiokupación no le interesan, en vez de dar explicaciones; que se presenta alegaciones a sí misma contra la ampliación del vertedero de Pinto, habiendo sido su principal instigadora como presidenta de la Mancomunidad del Sur; que llama a convertir Getafe en ciudad de festivales, y cuando se celebran en los límites de la ciudad, colapsando Getafe Norte, dice ponerse del lado de los vecinos, como con Corrugados; o le cambia el nombre al estadio del Getafe, con la complicidad de su presidente, porque es más feminista que dar medios a la Policía Local para frenar las violaciones.

El despotismo no acabará ahí. Más colectivos los sufrirán estos cuatro años y seguiremos informando, le pese a quién le pese.