Cuánta frivolidad a izquierda y derecha. Entre el sainete y el vodevil gira la gobernabilidad de Leganés. Un asunto serio, salvo para nuestros políticos pepineros, más preocupados por los sillones que por resolver los problemas de la ciudad. Hay quién piensa que mejor que resolverlos, dejen de crearlos.

El pueblo de Leganés hizo su trabajo. Votó el 28 de mayo y eligió a sus representantes. Merece más respeto que este grotesco esperpento de quítate tú, para ponerme yo, que es la principal lectura que se puede sacar de estas dos semanas de dimes y diretes, a diestra y siniestra.
El Partido Popular ganó las elecciones. Fue el más votado. Miguel Ángel Recuenco está en condiciones de ser alcalde. De ahí su tranquilidad. Puede hacerlo en minoría, a pesar de las ínfulas del personaje (siniestro) de siempre.

Al otro lado, Santiago Llorente, que mira con un ojo y medio al Senado, como número dos del PSOE en la lista por Madrid, mientras el otro medio lo tiene en revalidar su cargo de alcalde. Suma 13 con Más Madrid y Podemos, que le pusieron a caer de un guindo en la campaña y durante la legislatura, pero donde dije digo…Ya saben. Falta uno. Una equivocación en las filas del PP, por ejemplo. Quién sabe. En Leganés todo es posible.

Y luego esta ULEG, esa anomalía de la política local. En su mano estuvo gobernar en 2015 en aquel cuádruple empate a seis. Pero el superhéroe vecinal, Carlos Delgado Pulido, no quiso. Cuatro años después, con la sangre caliente, perdió dos ediles y se agazapó en su madriguera. Se volvió tibio. Cambió de estrategia y ni por esas, pues el 28 de mayo volvió a perder otro edil, quedándose en tres.

El Partido Popular puede gobernar en solitario Leganés, mientras el PSOE se abstenga en las cuestiones importantes de la ciudad. Ese es el camino que han dibujado las urnas, frente a la fatuidad de los bisagras

En otro ámbito de la vida, alguien con una pizca de dignidad y vergüenza torera, habría dimitido. Incluso sus bases le habrían dicho que diera un paso a un lado, tras seis vanos intentos. Pero la autocrítica en los proyectos personalistas y egocentristas brilla por su ausencia, y ahora el gachó, el bisagra, como no tiene otro futuro más allá de seguir viviendo a costa de los vecinos, quiere ser alcalde con solo el 11% de los votos. Ese es su respeto a la voluntad de las urnas.

Claro que todo vale por un minutito de gloria en los medios nacionales. Eso es lo que le importa Leganés y sus vecinos a alguien que se toma la gestión municipal como un Juego de Tronos. Pero el orgullo y la vanidad preceden a la caída. La fatuidad impide ver el camino que de verdad han dibujado las urnas.

Y es que, insistimos, el PP puede gobernar en solitario y el PSOE, en las cuestiones fundamentales de la ciudad (Presupuestos, por ejemplo), ejercer de oposición responsable y abstenerse. Esa sí es la voluntad del 28 de mayo y no hay más juego ni teatrillo barato. Solo así, siendo responsables por una vez, se pondrá punto y final a una anomalía que abochorna a Leganés.