Haciendo honor al eslogan “repite que algo quedará”, como versión de la conocida frase del propagandista alemán del III Reich, Joseph Goebbels, “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”, la izquierda ha venido repitiendo y mintiendo de forma histórica y sistemática sobre determinados principios, hasta haberlos convertido casi en un “mantra”.

Y es que a los políticos de la izquierda les gusta predicar una cosa y practicar la contraria. Ejemplos hallamos en todos los periodos de la historia y en todas las latitudes del planeta. Y, así, tras acceder al poder, como libertadores del pueblo oprimido por instituciones o por políticos “de la casta”, han olvidado rápidamente sus principios libertadores, convirtiéndose rápidamente en la “nueva casta” que ha crecido de forma efervescente, acumulando opíparas fortunas familiares, lujo y casoplones.

Se han arrogado ser los abanderados de los derechos de los trabajadores, otrora, la clase obrera, persiguiendo sin tregua a los empresarios, a quienes llegan a señalar con nombres y apellidos si creen que la circunstancia lo requiere, cuando por el contrario, no hay mejor política que beneficie a los trabajadores que aquella que favorece las inversiones, que ofrece seguridad y estabilidad jurídica a las empresas y que permite a los empresarios crear empleo y por tanto generar riqueza.

La izquierda se autodefine como progresista, pero ¿qué progreso aporta? Progresa el número de parados, el control frente a la libertad, las políticas fiscales recaudatorias, la desigualdad social y, últimamente, progresan también los muros y los ciudadanos de primera y de segunda.

Seguimos con más mentiras: la izquierda es feminista y sus políticas son las únicas que buscan defender los derechos de la mujer. Que se lo cuente la ex ministra de Igualdad, Irene Montero, a las víctimas de los más de mil abusadores sexuales condenados que se han beneficiado de la reducción de penas gracias a su ley del sí es sí.

Y más mantras: la izquierda es verde, ecológica y sostenible. Pero, realmente, es solo de cara a la galería. Basta con observar el ejemplo dado a los españoles por el presidente Pedro Sánchez, con el uso y abuso del Falcón (realmente utiliza cinco Falcon 900B y dos Airbus 310). Solo en 2023, el líder socialista realizó un total de 1.513 vuelos, lo que ha supuesto un gasto en combustible de más de 7 millones de euros, además de consumir 10.971.162 litros de queroseno y emitir 30.593 toneladas de CO2. Y ahora que se ha puesto tan de moda eso de “la huella de carbono”, cabe mencionar que la que ha dejado Sánchez con sus vuelos equivale a la que dejaría un coche conducido por un periodo de 2.853 años. Lástima que además de verde, ecológica y sostenible, la izquierda no sea reciclable.

La lista de falsos mantras sería difícil de cuantificar, pero merece la pena destacar el de la sanidad. Esa sanidad pública de calidad que defiende la izquierda y que sin embargo se gestiona a través de ocurrencias como la última respecto a la autobaja sanitaria, propuesta por la ministra de Sanidad, Mónica García, y que tuvo que retirar de inmediato ante las críticas generalizadas, hasta de los sindicatos. O que se gestiona tarde y sin rigor, como quedó patente en el primer Consejo Interterritorial del año presidido por la ministra Mónica García.

En los últimos meses, el gobierno que preside Pedro Sánchez ha atravesado tantas líneas rojas, que ya ha perdido todo pudor a hacerlo. Y ahora, a mentir se le denomina cambiar de opinión. El Gobierno seguirá cambiando de opinión en función de sus intereses… tralará.