En el siglo III antes de Cristo, el rey Pirro del Epiro invadió Roma, logrando algunas victorias, como en la batalla de Ásculo. Cuenta la leyenda que uno de sus oficiales se acercó a felicitarlo y Pirro contestó: “Otra victoria como ésta y estamos perdidos”.

Y es que, pese a ganar en las contiendas, en conjunto, esto no le reportaba ningún beneficio o avance en el conflicto. Finalmente tuvo que rendirse a la evidencia y abandonar Roma, dejando para la posteridad, eso sí, el concepto de ‘victoria pírrica’ para aludir a un triunfo costoso y pasajero, con más dolor que provecho.

No es Pirro, sino Alberto Núñez Feijóo, quien este domingo, 23 de julio, ha saboreado la amargura de una victoria insuficiente. 136 escaños y más de ocho millones de votos, para que la gobernabilidad esté en manos del Junts de Puigdemont, un tipo fugado de la justicia y cuyos siete diputados se antojan claves para desequilibrar la balanza y hacer presidente, cuatro años más, a un Pedro Sánchez que pactará con el diablo, antes que abstenerse o repetir elecciones.

El PP ganó las elecciones, sí, pero los números para la investidura no dan. Ni con VOX, Coalición Canaria o UPN. Necesitarián al PNV, que no quiere oír hablar de VOX ni en pintura. Enfrente, un Sánchez que pese a todas las tropelías habidas y por haber de estos años, no solo no pierde sino que gana dos diputados con respecto al 2019. Con Sumar, ERC, PNV, BNG y Bildu no le llega al PSOE en una primera votación de investidura, pero en una segunda, los síes ganan a los noes, siempre que Junts se abstenga. Y si esa ecuación se da, Pedro Sánchez despejará la equis a su favor, cueste lo que cueste, pues primero está él, luego él y siempre su persona.

Ahora bien, descartada la quimera de un pacto entre los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, queda contabilizar el voto del extranjero. El escrutinio se realiza a los cinco días del provisional, por la Junta Electoral. Esto es, entre el 28 y el 31 de julio. No es una suma rimbombante de votos, pero sí los suficientes como para hacer ‘bailar’ un escaño de un lado u otro.

Por ejemplo, en la Comunidad de Madrid, el PP puede arrebatar un diputado al PSOE. Y si eso se produce, los populares alcanzarían 16 escaños y los socialistas necesitarían el sí de Junts. Ya no bastaría con la abstención.

Entramos así en un tiempo de cábalas, probabilidades y números que tapan la realidad. En el plano político, que si Feijóo quiere aspirar a algo, le conviene arrimarse a Isabel Díaz Ayuso y no al centro centrado de Cuca Gamarra, Borja Sémper y compañía. El ‘verano azul’ que auguraban se ha convertido en tormentoso y gélido, pues de nada vale ser el más votado sino formas Gobierno. Y ahí ha fallado la otra pata, VOX, al que se le han escapado casi 600.000 escaños y un castigo severo de diputados: -19.

En otros planos, sociales y económicos, el horizonte no puede ser peor. Un país, España, en manos de voraces separatistas, a los que les interesa su ombligo y poco más. Entregados a la divina providencia, solo falta esperar que el sentido común se apodere de lo que queda del PSOE y Pedro Sánchez no cometa la última traición que le queda por cumplir.