José Luis Cuerda fue uno de los referentes de nuestro cine en el siglo XX. Un director original, que en sus películas disfrazaba auténticos dramas con un traje cómico y surrealista, aún delicioso con el paso del tiempo. De su intelecto y genialidad son guiones como ‘Amanece que no es poco’, un título que viene a ser, desde entonces, el consuelo del pueblo llano frente a sus poderosos. Esos que olvidan, desgraciadamente, de forma reiterada, que están ahí para servir al ciudadano y no servirse de él. Sí, no nos cansaremos de repetirlo.

En fin, el caso es que en un momento determinado de la película, el personaje interpretado por el bueno de Gabino Diego, otro grande nuestro séptimo arte, un ‘americano’ que está de paso por el pueblo, grita a pleno pulmón: ¡Este alcalde nos toca las pelotas!, con un deje yanqui bastante cómico. Se refiere a Rafael Alonso, otra leyenda, que da vida al alcalde de la villa, que vive a la sopa boba y solo se acuerda de sus convecinos cuando hay elecciones.

A qué les suena. Poco más o menos que lo que han representado esta legislatura para Pinto y Valdemoro sus respectivos regidores. Dos ciudades estancadas, pese a las posibilidades que tienen, que arrastran problemas de año pasados, todavía sin resolver. Pinteños y valdemoreños son víctimas de la pereza, la desidia y holgazanería de alcaldes que están de paso, más pendientes de otros menesteres que del bienestar de sus ciudadanos. Dos alcaldes, en definitiva, que han colmado la paciencia de sus vecinos.

Ahí está Pinto, como ejemplo, donde el apretón del vago clásico del mal estudiante se hace notar en unas calles colapsadas por las obras, amén de unas instalaciones deportivas y municipales cuyo mantenimiento ha sido dejado de la mano de Dios. Para colmo, en plena ola de frío, la calefacción brilla por su ausencia en colegios. Menos mal que Pinto es el centro de la Península Ibérica y no de Siberia.

Qué decir de Valdemoro, donde en cuatro años (se dice pronto) su alcalde, Sergio Parra, ni está ni se le espera. La parálisis de la ciudad es más grave si cabe que la de su vecina Pinto. Vérselas con la burocracia de Valdemoro, con ordenanzas municipales obsoletas, es pasar las de Caín. Un deporte de alto riesgo. A ello se suma el abandono de instalaciones deportivas, nulo mantenimiento de calles, falta de apoyo al comercio local y un crematorio que debería sonrojar a las autoridades municipales.

A los vecinos de Pinto y Valdemoro les queda el consuelo de que volverá a amanecer. En mayo de este año, apenas dentro de cinco meses, tienen la oportunidad de cambiar el rumbo de sus respectivas ciudades. Y sentimos si este spoiler chafa a alguien su encuentro con la película de José Luis Cuerda, pero al alcalde de entonces no se le dio bien apretar al final de legislatura. Aviso a navegantes.