Después de cumplir el servicio militar, Benito González, un hortera muy ambicioso -ya apuntaba maneras el chico-, se dispone a hacer realidad sus sueños: casarse con la mujer que ama y construir un gran rascacielos.

Pero no todo sale según lo previsto: su boda se va al garete cuando se entera de que su novia lo ha engañado con su mejor amigo. No le queda entonces más remedio que concentrar sus esfuerzos en la construcción del rascacielos. El único problema es que necesita dinero y, para conseguirlo, se casa con Marta, la hija de un multimillonario. A partir de ese momento acumulará una gran fortuna, pero su excesiva ambición precipitará su declive.

Esto que acaban de leer es el argumento -que pueden encontrar en Filmaffinity- de ‘Huevos de oro’, película dirigida por Bigas Luna en 1993 y con Javier Bardem como protagonista. Eso es, el mismo Bardem que desde un púlpito, este pasado fin de semana y en medio de la Cumbre sobre el Clima que se ha celebrando en Madrid durante estos días, daba lecciones morales sobre cómo preservar el medio ambiente y combatir el cambio climático. Permitiéndose el lujo de hasta insultar al alcalde de la capital.

Ese Bardem que, un cuarto de siglo después de la película de Bigas Luna, está más metido que nunca en el papel que interpretaba. Hortera, trasnochado y millonario. Usando jet privado y uno de los vehículos que más gasolina consume en el Planeta: un Lincoln. En temas fiscales, no entraremos. Pero tiene todos los atributos -y los huevos de oro, por lo que se ve- para amonestar, advertir y aconsejar sobre el cambio climático. Eso sí, que sean otros, no él. Que una cosa es predicar y otra dar trigo.

Mucha palabrería, poca acción. Esa es la sensación de esta Cumbre del Clima, donde no están ni China, la India, Rusia, Pakistán o Estados Unidos

Y lo mismo ocurre con Greta Thunberg, cuyas ‘buenas intenciones’ caen en saco roto cuando se atiende a su discurso. Igual que el de Bardem: vacío de contenido, sin propuestas claras y reproches varios -también desde un púlpito millonario-. Y sobre todo si se pone la balanza junto al caso de Fionn Ferreira, el irlandés de 18 años que logró el Gran Premio de la Feria de Ciencias de Google gracias a la presentación de un sistema de retirada de microplásticos de los océanos. Ferreira sí es un ejemplo en esta materia y no esta suerte de charlatanes oportunistas sin medidas concretas.

Mucha palabrería, poca acción. Al final esa es la sensación de esta Cumbre sobre el Clima, donde no están ni China, la India, Rusia, Pakistán o Estados Unidos, los gigantes más contaminantes del mundo. Cierto que la ecología empieza por uno mismo en la medida de sus posibilidades. Y a partir de ahí, desde el ámbito local, Por ejemplo y recientemente en Alcorcón, donde se reconvierte el plástico usado en mobiliario o juguetes. Hasta el ámbito regional, nacional y finalmente mundial, con organismos y tribunales internacionales que obliguen a los más contaminantes a poner en marcha soluciones de este tipo.

El movimiento contra el cambio climático es necesario y urgente, pero necesita otros portavoces y concretar más. Y desde luego no a las Thunberg de turno, con codiciosos padres detrás, o el Bardem de siempre. El que no falla a la hora de la demagogia. El de los ‘Huevos de oro’.