Este pasado domingo se celebró el 44º Maratón de Madrid y 30.000 corredores llenaron de colorido las calles de la capital para cubrir, según cada caso, los 42, 21 ó 15 kms del recorrido. Entre ellos estuvo un servidor, que no tuvo reparo en apuntarse a la distancia larga y probó de primera mano cómo se las gasta uno de los maratones más complicados de cuantos se celebran en nuestro país.

Fueron más de cuatro meses de espartana dedicación a los entrenamientos y ni siquiera eso garantiza el éxito final, porque no solo luchas contra el sinuoso trazado, sino contra tu propia fortaleza mental, casi siempre llevada al límite y especialmente en los últimos 5 kms. Quizá por eso, pocas sensaciones pueden compararse con la emoción de cruzar por primera vez en tu vida la meta de un maratón.