«Su criterio es que todo el que critica o se opone a los métodos del senador McCarthy debe de ser comunista. Si esto es cierto, debe haber un montón de comunistas en este país». Esta frase de la película ‘Buenas noches, y buena suerte’, dirigida en 2005 por George Clooney, refleja lo que significó el ‘Macartismo’ entre 1950 y 1956 para muchos escritores, actores, directores o guionistas de Hollywood, acusados de pertenecer al Partido Comunista por el senador que encabezó la conocida como ‘Caza de brujas’.

Carreras como la de Edward G. Robinson, Howard Fast o Frank Capra se vieron truncadas por las acusaciones de McCarthy. También los conocidos como ‘Los Diez De Hollywood’, entre los que se encontraba Dalton Trumbo, que gracias a Kirk Douglas y Espartaco (libro del propio Fast) volvió al puesto que se merecía.

El caso es que el Comité de Actividades Antiestadounidenses  y la ‘Caza de Brujas’ fue el clásico: ‘o conmigo, o contra mi’. Muchos sucumbieron a la presión. Algunos incluso se suicidaron y otros tantos perdieron su empleo por esta persecución política que iba más allá de la ideología. Iba contra la libertad. La libertad de crear. La libertad de ser uno mismo. La libertad, en definitiva, de ser libre.

Porque la casta política no quiere ciudadanos libres e iguales. Quiere súbditos. Quiere esclavos y justifica sus acciones aludiendo a la protección del pueblo contra el comunismo (entonces y por boca del señor McCarthy) o en nombre de saquear los bolsillos ajenos con una presión impositiva elevada, que sirve en teoría para mantener servicios como la educación o sanidad públicas, el paradigma con el que la casta pretende perpetuarse en el poder.

Eso es lo que ocurre hoy con el asunto de los ‘youtubers’ que ejercen su libertad de marcharse allí donde les place y por las cuestiones que les dé la gana, pese a que Podemos y sus adláteres han salido en tromba a llamarles poco menos que ladrones, ratas y seres despreciables. Simplemente, por eso, por ser libres.

Que conste que no les pongo al nivel artístico de los Trumbo, Capra o Robinson. Me es indiferente lo que hagan y a qué se dediquen. Simplemente defiendo su libertad a dirigir su vida como quieran, lejos de la intromisión de unos políticos de nuevo cuño que apestan a la dictadura de siempre.

La formación morada de Gobierno ha querido confundir a la opinión pública en el debate de los impuestos, pero el tiro le ha salido por la culata. Como a McCarthy en su momento, se le han visto las costuras. El senador culpaba a sus opositores de comunistas en ‘defensa’ de la libertad que él mismo cercenaba. Y hoy éstos políticos tachan de ‘insolidarios’ a los ‘youtubers’, mientras el dinero público se va entre niñeras y ministerios inútiles.

Ya decía Jean-Jacques Rousseau en ‘El contrato social’, que «cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad». Y los ataques indiscriminados a los ‘youtubers’ ha puesto esto de manifiesto. Muchos empiezan a ver que el contrato social se ha roto por la parte del Estado, que a través de su Gobierno recurre al miedo y la persecución pública. Esta estrategia fallará, como afortunadamente ocurrió con McCarthy, pero esperemos que el coste no sea tan abultado como entonces.