(Photo by ISABEL INFANTES / AFP)

“El mundo está cambiando. Dentro de mil años no habrá tíos ni tías, solo gilipollas”. En 1996, el oscarizado Danny Boyle vaticinaba en Renton (personaje interpretado por Ewan McGregor en ‘Trainspotting), una debacle social de la humanidad, que no ha tardado tanto tiempo en llegar. La tenemos ya aquí. En pleno siglo XXI. En pleno año 2020.

Allá por los noventa, las redes sociales eran solo una quimera, y hoy se han evidenciado como un monstruo sin control, que saca lo peor de patricios y plebeyos. Lo malo es que no se ha quedado en el mundo virtual, sino que ha saltado a la realidad. Más aún, retorna al pasado para tratar de tergiversarlo, en una especie de revisionismo histriónico, que solo conduce a la barbarie.

Ahí están las imágenes de la turba derribando estatuas o llamando a Winston Churchill racista. Un hombre que se mantuvo en pie, con sangre sudor y lágrimas, ante el Nazismo. O, por ejemplo, tildando de racista a un clásico como ‘Lo que el viento se llevó’. Falta la quema de libros, en la plaza pública, para regocijo de Stalin o Hitler en su casita del infierno.

El resultado de todo esto es, pues, una sociedad más idiotizada que nunca. Una sociedad que no lee ni escucha, solo arremete, golpea y ridiculiza a quien no le sigue la corriente, hasta acorralarlo y hundirlo. Una sociedad, donde el mérito y la capacidad son un lujo. Cotiza la estupidez y lo salvaje.

Lo que el viento se llevó hace tiempo fue precisamente eso: la sensatez. Lo que trajo, en cambio, fue mediocridad y un siglo, donde la libertad empieza a ser un bien escaso.