La Constitución Española consagra en su artículo 24 el sagrado derecho a la presunción de inocencia. Lo que comúnmente se conoce como: “Todo el mundo es inocente, hasta que se demuestre lo contrario”.

Conviene recordarlo por hechos como la desgraciada muerte de una mujer de 60 años en Motril (Granada). Su marido alertó a la Policía y custodió el cuerpo hasta la llegada de las emergencias. Sin embargo fue arrestado y estuvo dos noches en el calabozo por obra y gracia de esa aberración jurídica que es la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, que se cisca el artículo 24 de la Constitución desde hace casi veinte años. Dos noches en las que la autopsia reveló que murió de forma natural.

No pudo siquiera despedirse de su difunta esposa, mientras la carroña política, personificada en Íñigo Errejón, hablaba de: “Otra asesinada más, hoy en Motril. Otra mujer menos. Se llama violencia machista”. Sobran las palabras para definir a violento metido a político. Mejor dicho: un presunto violento. Descanse en paz.