Bloqueados. Y lo que es peor, con esa sensación de estar en una suerte de callejón sin salida por el ego de una clase política incapaz de sentarse, reflexionar y remar en la misma dirección, que no es otra que dar solución a los problemas de la gente. La impresión de estar tirando el dinero de todos en eternas convocatorias electorales y no salir del Duelo a garrotazos que inmortalizara el eterno Francisco de Goya.

Esas son las conclusiones del debate a cinco que mantuvieron los principales candidatos a la Presidencia del Gobierno el próximo 10 de noviembre. Un debate que lo único que tuvo de histórico fue la cantidad, nada de calidad, y mucho menos profundidad. Pues con más de tres horas de duración -de la conciliación, ni hablemos- y con más de ‘performance’ que contenidos, sus señorías apenas abordaron con seriedad y serenidad los grandes conflictos que atenazan al país. Superficiales y sin concretar, los cinco fueron a colar su mensaje y aquí paz y después gloria.

Ahí encontró una autopista Santiago Abascal, el líder del VOX al que pocas veces tuvieron en cuenta sus adversarios candidatos. Al que intentaron hacerle el vacío sin éxito alguno, pues consiguió que sus eslóganes llegaran a millones de casas. Protagonizando, en la cuestión de la inmigración, un tenso silencio en el que el resto agachó la cabeza y trató de salir airoso del envite.

La sensación de haber visto esta astracanada cuatro veces en cuatro años, cual día de la marmota que no deja de repetirse, se palpó con Albert Rivera y sus adoquines. Descolocado y acorralado por las encuestas. Junto a un Pablo Iglesias que protagonizó el momento de la noche con su ‘lapsus línguae’ entre manadas y mamadas. Algo de los que las redes sociales no dudaron en hacer chanza al segundo.

El debate a cinco evidencia el bloqueo político que vive España y la preocupante sensación de estar en un callejón sin salida

Y en cierto modo sería hasta divertido si no fuera por el trasfondo de inseguridad y violencia que asolan nuestras calles en este tiempo. Esa sensación de impunidad por los cuatro costados para los violentos y criminales, que no para los humildes y trabajadores que al día siguiente de este sainete televisivo despiertan con la cruda realidad: más paro y la percepción de que esto no hay Dios que lo solucione. Mucho menos, un político.

Porque como decía el filósofo francés Joseph Antoine Rene Joubert: “El objeto de toda discusión no debe ser el triunfo, sino el progreso”. Pero a nadie le interesó ni le interesa el progreso común, sí el propio. Seguramente los medios de comunicación hayamos contribuido a ello, pues rápidamente al término del debate, la pregunta era: ¿Quién ha ganado? Y la respuesta era más que evidente: nadie. Sí, en cambio, pierde España. Perdemos todos. Los problemas de convivencia, desigualdad, inseguridad o paro siguen ahí, más grandes cada día.

“Como la dicha de un pueblo depende de ser bien gobernado, la elección de sus gobernantes pide una reflexión profunda”, acaba Jubert. Y es lo que nos exige como votantes y ciudadanos el próximo 10 de noviembre.