Miles de personas se han manifestado por el centro de Castellón en una de las manifestaciones más concurridas últimamente, secundando la jornada de protesta en defensa del sistema público de pensiones y por una pensión digna.EFE/ Domenech Castelló

España viene de sobrevivir -o mal vivir- a una de las peores crisis económicas que se recuerda. Cierto es que este amado y condenado país -según desde donde se mire- ha vivido y vive en perpetua crisis por la idiosincrasia de sus gentes. Sea el canciller alemán Otto von Bismarck o quien fuera que dijera aquello de “España es una nación tan fuerte que lleva siglos tratando de autodestruirse y no lo consigue”, lo cierto es que el país sale de una y se mete en otra. Da igual. Siempre hay algún debate abierto en esta España para atacar al de enfrente, en vez de lograr un acuerdo y remar en la misma dirección. Los ejemplos más inmediatos de esto los encontramos en las pensiones y el debate de la prisión permanente revisable.

Un Ejecutivo que tiene la poca decencia y menos luces de mandar una carta a los pensionistas diciendo que les ha subido un 0,25%

Vayamos por partes. Es innegable que el futuro de las pensiones está en peligro. No ahora, sino de lejos. Por un hecho tan natural como que la población española ha envejecido, la esperanza de vida ha crecido y el trabajo entre la población activa se está recuperando -precariamente encima- tras años de devastadora crisis. Así pues, el dinero de las pensiones se convierte en un caramelo político muy jugoso para atizar al Gobierno de turno. En este caso el de Mariano Rajoy. Un Ejecutivo que tiene la poca decencia y menos luces de mandar una carta a los pensionistas diciendo que les ha subido un 0,25% mientras estos, en su día libre, encienden la televisión y no ven más que golfos y desmadre con el dinero público a su alrededor. Así pues y de manera torpe, el Gobierno central ha dado, vía libre a la demagogia política con las pensiones.

Ese PSOE, liderado por Pedro Sánchez, que votó a favor cuando era diputado raso en tiempos de Zapatero de la congelación de las pensiones

¿Y quién ha cogido esa bandera? Fundamentalmente, el PSOE. Sí, ese Partido Socialista que no hace ni diez años congelaba las pensiones mientras la vida seguía subiendo. Ese PSOE que tardó dos años en reconocer la crisis y ahondar en ella. Ese PSOE, liderado por Pedro Sánchez, que votó a favor cuando era diputado raso en tiempos de Zapatero de la congelación de las pensiones. Ese PSOE que dice ahora que, de manera simbólica, se suban el sueldo -aun más- sus señorías del Congreso en un 0,25% para solidarizarse con los pensionistas, utilizados como un mercadeo por todos los grupos políticos después de años levantando este país que se empeña, generación tras generación, en autodestruirse.

Al final, de tanto afán, llegará un día que lo conseguirá. Pero mientras el apocalipsis llega habrá que seguir preguntando aquello tan español de “¿qué hay de lo mío?”. Ahora son los pensionistas, insultados desde el Gobierno central y utilizados a sabiendas por una mezquina oposición que ayer congelaba las pensiones y hoy se lanza a la calle. La misma pregunta que se hacen los funcionarios, que cuarenta años después se han dado cuenta de la farsa de las Comunidades Autónomas y las desigualdades que generan entre españoles. Si no que se lo digan a los Policías Nacionales y Guardias Civiles, también utilizados como monedas de cambio en su lucha por la equiparación salarial con policías autonómicas. Sin olvidar a las familias asesinadas en vida que claman por una prisión permanente revisable que quieren tumbar nacionalistas, Podemos y PSOE. Reivindicaciones todas tan honestas que se han visto, desgraciadamente, contaminadas por la demagogia política.