Los tres concejales de ULEG, ahora en el Gobierno (foto: ULEG)

Igual que no se puede estar en misa y repicando, o al plato y las tajadas, no se puede ser Gobierno y oposición. Y en Leganés, a día de hoy, uno de los partidos de la coalición, parece no haberse dado cuenta de que gobierna. Para más inri, en minoría, por lo que se requiere de un talante radicalmente opuesto al que se tenía cuando no estaba entre sus facultades gestionar una ciudad como Leganés.

Ese partido es ULEG, socio de Gobierno del PP. La formación de Carlos Delgado, veinte años en la oposición, se estrenaba en esta legislatura ejerciendo un papel totalmente distinto al que venía ostentando. No fue la voluntad de los vecinos en las urnas, porque perdieron más representación de la que tenían, pero ya se sabe cómo es el juego de la aritmética parlamentaria.

En verdad, su puesta de largo junto al PP parecía otra, abierto a hablar con entidades vecinales, intentando resolver problemas del día a día. Incluso, con actores nuevos en la Corporación, todo indicaba que atrás quedaban las peleas habituales y la judicialización de la política, arma estrella de Delgado y cía, para intentar amedrentar a quien no piensa como ellos.

Sin embargo, aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y en el Pleno y en redes sociales, Mr. Hyde se ha apoderado, una vez más, de Jekyll. Hay que recordar que, cuando uno gobierna, ha de ser proactivo. Le corresponde gestionar y si necesita a la oposición para ello, debe seducirla, atraerla por el bien de los vecinos. Lo que se dice convencer, básicamente.

Ahí no se llega llamando “comparsas”, por ejemplo, a Más Madrid o a Podemos, máxime cuando, en otras sesiones, estos grupos, con sus abstenciones, han permitido desbloquear ciertas situaciones, como en EMSULE. Tampoco ‘amenazando’ con acciones judiciales si no se vota lo que uno quiere, como denuncia el PSOE, segundo partido más votado de la ciudad. E, incluso, VOX ha sufrido las iras del segundo partido de Gobierno.

ULEG se ha olvidado, por acción u omisión, de cómo era su oposición cuando gobernaban otros. Ahora esa medicina no le gusta, obviamente. Pero si entonces exigía un trato correcto y, en ocasiones, razón no le faltaba, ¿por qué no se aplica el cuento, ahora que le toca gestionar los destinos de miles de ciudadanos leganenses?

No es la primera vez que advertimos que el ego, en política, mejor dejarlo en casa, si realmente se quieren solucionar los problemas de los vecinos. Las “comparsas” a las que se refería recientemente Carlos Delgado, quiera o no, son necesarias para un Gobierno en minoría. La realidad es la que es en Leganés. Uno puede ir en contra de ella, incluso, luchar contra ella, pero está destinado a que acabe aplastándolo. Por tanto, lejos de construir muros o intentar derribarlos a mazazos, más vale recordar qué es competencia de un gobernante y seducir a la oposición con otro talante.