«La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz». Estas palabras de Confucio distan mucho de la realidad educativa de España, que está viviendo estos días un episodio asqueroso y lamentable, como el acoso independentista a un niño de 5 años y su familia en la localidad de Canet (Cataluña), por querer estudiar en castellano como dictan los tribunales.

Un país que se respeta a sí mismo jamás consentiría esto. De hecho, resulta inverosímil pensar que en un país no se pueda estudiar en la lengua oficial de dicho Estado. Sin embargo ocurre en España. Y todo porque los distintos gobiernos, desde el advenimiento de la democracia, lo han consentido por intereses partidistas. Más ahora, con un Pedro Sánchez que necesita como el comer a esos que hoy acosan a un crío, dejando imágenes realmente vomitivas.

La situación se ha vuelto insostenible y la población ha dicho basta al adoctrinamiento, a usar a los niños como monedas de cambio. El Gobierno en pleno se ha visto sobrepasado por esta situación. Como retratado ha quedado el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo. Qué hace este señor ahí hay que agradecérselo a Pablo Casado, la mano derecha de Pedro Sánchez.

El adoctrinamiento no es exclusivo de la Cataluña secuestrada por independentistas. Aquí en Madrid, el Ayuntamiento de Getafe ha sido sentenciado por violar derechos fundamentales de los escolares

Pero volvamos a la Educación. Las escuelas, colegios e institutos no pueden ser los caladeros de votos de los partidos políticos. No podemos consentir eso. Por eso necesitamos instituciones robustas e independientes de la partitocracia, como un Poder Judicial que frene estos y otros abusos. El dique de contención frente a los totalitarios.

No se equivoquen, que el adoctrinamiento no es cosa única de la Cataluña secuestrada por los golpistas. Aquí en la Comunidad de Madrid tenemos a un Ayuntamiento, el de Getafe, que ha sido sentenciado por violar derechos fundamentales de los escolares, al entregar en las aulas la guía ‘Rebeldes del género’, financiada por el Ministerio de Igualdad. Es decir, pagada del bolsillo del contribuyente, del que salen los más de 500 millones de euros para pagar la fiesta de este nefasto departamento.

En su día, la alcaldesa de Getafe argumentaba el reparto de la guía para que “todos los niños, todos los adolescentes y todos los jóvenes del municipio tuvieran relaciones sexuales satisfactorias e igualitarias”.

¿Y quién es Sara Hernández para meterse en la vida de nadie? Mucho menos de escolares. Nadie la votó para que adoctrinara en las aulas, pues mientras se dedica a estas barrabasadas arrastra al municipio al precipicio de la inseguridad y la suciedad ruinosa.

La alcaldesa y su equipo son expertos en crear problemas allí donde no los hay. Getafe se merece la confianza, la esperanza y la paz de la que hablaba Confucio, y no un Gobierno caótico retratado una y otra vez por los tribunales. Dejen en paz a los getafenses y dimitan.