Foto: Getafe CF

Un gol de Jorge Molina abre de par en par las puertas de la ilusión del Getafe en los cuartos de final de la Copa. Viajará la semana que viene a Valencia con el 1-0 que reflejaba el marcador del Coliseum al término del encuentro de este martes, una renta corta pero tremendamente valiosa teniendo en cuenta cómo se las gasta el colectivo azulón y el momento dulce que atraviesa de un tiempo a esta parte.

El triunfo de los de Bordalás fue merecido, y aparentemente corto en función del balance ofensivo de unos y otros, pero bien es cierto que la primera media hora de encuentro fue controlada con cierta suficiencia por los levantinos, que dispusieron incluso de una buena oportunidad en un remate ligeramente alto del coreano Kang-In Lee.

A partir de ahí, sin embargo, el equipo azulón tocó a rebato y antes del descanso puso coto a la meta de Jaume, responsable de que el Valencia no llegase al descanso con un boquete de consideración. Y todo porque el arquero valencianista se interpuso de manera providencial para los intereses de su equipo en otros tantos remates de Ángel, verdaderamente desatado en el tramo final del primer acto y que todavía andará preguntándose cómo no entró alguno de ellos.

La cosa se trabó sobremanera a vuelta de pausa y Gil Manzano, que no había mostrado una sola tarjeta en el primer periodo, se vio obligado a desenfundar con reiteración tras las continuas tarascadas de unos y otros conforme avanzaba el minutero.

Los técnicos empezaron a echar mano del banquillo y por ahí Bordalás le ganó el pulso a Marcelino. Más que nada porque el técnico getafense contaba esta vez entre los suplentes con Jorge Molina, que igual está para un roto que para un descosido y que venía de firmar un doblete el pasado viernes ante el Alavés. Y menos de diez minutos le bastaron para controlar un balón en el área, acomodárselo a su pie izquierdo y soltar un espectacular zapatazo que fue a parar cerca de la escuadra de la portería de Jaume.

El gol suponía un tesoro de incalculable valor para el Getafe, que manejó el último cuarto de hora con su habitual solvencia defensiva y apenas concedió licencias a un Valencia que mucho tendrá que remar el próximo martes en Mestalla para remontar una eliminatoria que Molina le ha puesto más empinada que la propia cuesta de enero.