Paradojas del 2021. España tiene, tal vez, al presidente del Gobierno más maquiavélico que ha conocido en su historia reciente. Para Pedro Sánchez, el fin justifica los medios. Le da igual traicionar de izquierda a derecha, de norte a sur, este a oeste, trabajadores, empresarios o al ‘sursum corda’, con tal de seguir un minuto más al frente de un país en ruinas. España se quema, pero él, narcisista de pro, sigue tañendo la lira.

Y siendo tan maquiavélico, como decíamos, llama la atención que no atienda a esa otra frase atribuida al diplomático italiano, que dice aquello de que: “El que tolera el desorden para evitar la guerra, tiene primero el desorden y después la guerra”.

Algo se nos escapa. ¿Será que Sánchez es una reencarnación de Nerón, pero con pinta de chulo de playa, y quiere ver las calles encendidas para su regocijo? ¿Acaso disfruta con la barbarie campando a sus anchas entre apuñalamientos y violaciones, que abren informativos siempre y cuando el agresor no trastoque el discurso ‘buenista’ de ese Occidente que se ha pegado un tiro en el pie?

No lo sabemos. Pero lo que sí conocemos es que las consecuencias de sus políticas las sufrimos quienes a diario nos despertamos con noticias, como el ajuste de cuentas en Getafe; o las dos puñaladas a un joven en Alcorcón (hasta cuatro en un solo día no hace ni una semana en la Comunidad de Madrid). Por no hablar del aumento de las agresiones sexuales en el sur de la región, extensible a todo el país (véase el caso de la menor de Igualada).

El futuro no augura nada mejor en cuanto a seguridad se refiere (de economía… Mejor ni hablar). Al menos mientras los socialistas sigan en La Moncloa. Y es que junto a sus socios comunistas (Podemos-Más País), golpistas (ERC) y terroristas (Bildu), va a hacer de la inseguridad ciudadana Ley. Una reforma de la mal llamada ‘Ley mordaza’ que beneficia a los violentos.

Barra libre para la barbarie que, insistimos, vamos a sufrir en nuestras calles, mientras Pedro Sánchez y su séquito de ministros (22) y asesores se cubre las espaldas. El Gobierno del pueblo y esas cosas, ya saben.

Claro que, no se puede esperar otra cosa de quien se ha ciscado el Estado de Derecho por activa y por pasiva, con estados de alarma inconstitucionales, mordazas a la oposición e ilegalidades varias.

El líder supremo de los socialistas, que callan por complicidad, tiene una bota en el cuello del Poder Judicial y la Constitución como norma vertebradora de nuestras libertades; y la otra bota en el cuello de policías y guardias civiles. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, con la Ley en la mano, son los diques de contención frente a los bárbaros, asesinos y violadores. Si fallan esos diques, ya pueden imaginar el resultado.

Ya augurábamos en septiembre, que el auge de la violencia callejera vaticinaba una peligrosa deriva social. Y con reformas con la Ley de Seguridad Ciudadana, no cabe esperar otra cosa.