Hay ocasiones en que más vale contar hasta diez y no vender la piel del oso antes de cazarlo. Todos sabemos que en campaña electoral es moneda de uso común lanzar promesas a diestro y siniestro sin encomendarse a nadie y a sabiendas de que en muchos de los casos acaban quedando en agua de borrajas. Pero hay temas especialmente sensibles con los que conviene hilar fino y no empeñar la palabra en determinados asuntos que por su relevancia pueden acabar pasando factura en caso de que la realidad acabe desmintiendo lo prometido en vísperas de cualquier comicio que se precie.

Lo está comprobando en propias carnes Santiago Llorente desde que arrancó el mes de julio. Y todo a cuenta de la instalación de pedales en los contenedores de basura de la ciudad. La controversia viene de largo porque ya durante la pasada legislatura fueron no pocas las voces de diversos colectivos tanto políticos como vecinales e incluso periodísticos que demandaron esta actuación para facilitar a personas mayores o con algún tipo de impedimento físico la tarea de depositar la basura en el contenedor.

Llorente debería haberse mostrado más cauto a la hora de establecer plazos con los pedales porque los tiempos en política son impredecibles

Pues bien, el pasado mes de mayo, -justo en las semanas previas a las elecciones municipales- Llorente anunció que la instalación de los pedales estaba incluida en el nuevo contrato de mejora de la limpieza en la ciudad y que se llevaría a efecto en el transcurso del pasado mes de junio para no interferir en el proceso electoral.

Sin embargo, todos sabemos que los tiempos en política tienen poco que ver con la realidad cotidiana y son escasas las ocasiones en que no se dilatan más de la cuenta. Debería saberlo Llorente, avezado en estas lides y que en su buena fe seguramente pensó que había obrado con suficiente prudencia y previsión. Pero no ha sido así y julio ha desgranado sus primeros días sin que los pedales estén donde tendrían que estar ya.

Clama al cielo que un personaje como Delgado vaya pidiendo dimisiones en lugar de asumir su debacle electoral y marcharse a su casa

Y sabiendo cómo se las gasta una parte de la oposición a algunos les ha faltado tiempo para tratar de poner al alcalde al pie de los caballos. Algún osado, como el inefable Carlos Delgado, ha llegado a pedir públicamente la dimisión de Llorente por un asunto que en cualquier otro sitio no pasaría de un lógico ‘tirón de orejas’ al regidor, que por cierto está moviendo Roma con Santiago para resolver de una vez los trámites que hasta la fecha le han impedido cumplir con lo prometido.

Llorente, cierto es, debería haberse mostrado más prudente a la hora de establecer plazos porque, insistimos, en política a menudo son impredecibles. Pero resulta cuanto menos sonrojante que quienes más hayan alzado la voz con este este asunto -al margen obviamente de los vecinos afectados, que sobrados motivos tienen para ello- sean quienes más razones tienen para estar calladitos durante un buen tiempo después del batacazo que hace poco más de un mes se llevaron en las urnas. Recuenco es uno de ellos, porque los resultados del Partido Popular en Leganés estuvieron por debajo incluso de las peores expectativas.

Pero más clama aún al cielo lo de Carlos Delgado Pulido, ese personaje que durante muchos meses se autoproclamó alcalde de Leganés y para ello no dudó en ‘pergeñarse’ estrambóticas encuestas que le daban mayoría en los sondeos. Todo ficticio porque la realidad es que perdió nada menos que un tercio de los concejales que tenía haciendo uno de los mayores ridículos que se recuerda. Y resulta que ahora va pidiendo dimisiones en lugar de asumir su debacle y marcharse a su casa. País.