Es posible que en un tiempo muy lejano -pero mucho, mucho- la profesión de político fuera realmente vocacional. Quizá en épocas pretéritas -muy, muy pretéritas- la ideología, las convicciones personales y los valores formasen parte intrínseca de aquellos primeros aspirantes a estadistas que con toda seguridad relegaron a un segundo o tercer plano el montante de la retribución a percibir por defender los intereses de sus conciudadanos.

Eran períodos con no poco grado de utopía en los que los sentimientos primaban sobre cualquier otro apartado, incluido el pecuniario, y lo que imperaba era a partes iguales la vocación y la devoción.

Toda aquella limpidez y buenos propósitos de los orígenes pasó, sin embargo, a mejor vida conforme ciertos avispados personajes fueron dándose cuenta de que la política podía convertirse en un negocio tremendamente lucrativo para sus intereses. Y aquellos primeros atisbos de perversión fueron degenerando hasta desembocar en lo que a día de hoy bien podría considerarse el político profesional.

Ése que de puertas afuera defiende a capa y espada toda una amalgama de ideales y proyectos con los que mejorar la vida de sus vecinos, paisanos o compatriotas, pero que a la hora de la verdad lo primero que realmente mejora es su propia tesorería y la de sus más allegados.

Y como para muestra bien vale un botón, no hay más que ceñirse a lo más próximo en el tiempo y a lo más cercano en el espacio. En nuestro caso, las últimas elecciones municipales y las localidades que forman parte de nuestro ámbito de información. Y nos encontramos, por ejemplo, que en Fuenlabrada el equipo de Gobierno ha aprobado una subida que ronda el 20 por ciento ¡¡¡el 20 por ciento!!! Un somero cálculo arroja la conclusión de que el alcalde pasará a cobrar nada menos que 11.000 euros brutos más al año.

Clama al cielo el caso de Moraleja, donde la subida será del 25 por ciento pese a tratarse del tercer municipio con mayor deuda ‘per cápita’

Y no vayan a pensar que otra gran ciudad como Getafe piensa apretarse el cinturón a las primeras de cambio. Al contrario. Aunque no figuraba en su programa electoral -faltaría más- una de las primeras medidas aprobadas por el Ejecutivo getafense ha sido incrementar el salario de la Corporación un siete por ciento. Que tampoco está nada mal en los tiempos que corren.

Pero es que si variamos por completo el perfil elegido y nos trasladamos a los pueblos más pequeños vemos que el ejemplo ha cundido y los aumentos de sueldo apenas iniciada la legislatura proliferan como setas. Clama al cielo, sin ir más lejos lo ocurrido en Moraleja de Enmedio, donde ni cortos ni perezosos la subida de sueldo será de un 25 por ciento pese a tratarse del tercer municipio con la mayor deuda ‘per cápita’ de toda España. Y otro tanto ocurre en Griñón, donde la subida será idéntica en porcentaje y el alcalde, por cuantificar mínimamente el incremento, se echará al zurrón alrededor de 9.000 euros brutos más al año.

Como quiera que nadie ha sabido poner coto a este mal endémico, ahora resulta que cada vez más políticos han decidido hacer de su capa un sayo y en lugar de servir al pueblo como debieran han optado por servirse del pueblo que les paga. Y muy bien por cierto.