Carlos Delgado ULEG

Las democracias occidentales, fundamentalmente, se rigen por principios democráticos como el de la tolerancia y el respeto al que opina contrario a uno mismo. Lo que los franceses llamaban: libertad, igualdad, fraternidad. Valores que, con el paso de los siglos, se han ido puliendo y mejorando hasta llegar a transformar las sociedades civilizadas en las que desarrollamos nuestro día a día.

Sin embargo en Leganés, como parte de un todo democrático, hay un sujeto que pone en riesgo esa convivencia. Un individuo que aspira a ser alcalde de todos los leganenses. Le hayan o no votado, cuando uno quiere ser alcalde, tiene que serlo de todos los vecinos. Y si no es así, demuestra que no vale para tan noble cometido.

Carlos Delgado obstaculiza la gestión para sacar rédito político. Genera el caos y se presenta como salvador únicamente por el interés personal y el de su partido

Ese aspirante no es otro que Carlos Delgado Pulido, portavoz de ULEG. El sicofanta de Leganés, ese acusador profesional que actúa ante los tribunales, por cuenta propia o de terceros, por un salario, por afán de notoriedad o simplemente por el morboso placer de perjudicar e infamar a personas mejores que él. Y si no es en los tribunales es en los plenos, en las reuniones o en redes sociales. Cualquier formato le vale para menospreciar o vilipendiar a quién no piensa como él.

O como dice el portavoz de Ciudadanos en Leganés, el sicofanta se dedica a obstaculizar la gestión de la ciudad para sacar rédito político. Genera el caos y se presenta como salvador. Únicamente se mueve por el interés personal y el de su partido, claro. Así se entiende que desde que aterrizó en la política local, Delgado se ha embolsado la no friolera cifra de un millón de euros. Y siempre como oposición, sin ninguna responsabilidad de Gobierno.

ULEG es una prolongación de la mezquindad de Delgado. Ya advertimos en la anterior edición como ULEG, que solo participa de la vida política de Leganés, se presenta a las elecciones autonómicas para así poder gastar más dinero en carteles y marquesinas con las que empapelar la ciudad. Un dinero que hoy cuestionan otros concejales del Ayuntamiento.

Los vecinos tienen la oportunidad de echar al sicofanta que desde hace más de diez años come, bebe y respira del esfuerzo del ciudadano

Incluido el alcalde, Santiago Llorente. Un dinero, el de ULEG, que está siendo investigado en la comisión del caso Almagro, ese concejal de ULEG que cobra 40.000 euros del Consistorio leganense por una dedicación parcial mientras mantiene un trabajo a tiempo completo en una empresa ferroviaria. Ese concejal, por cierto, que da la espantada en la mencionada comisión. No vaya a ser que hable y el chiringuito de ULEG caiga cual castillo de naipes.

Por eso Carlos Delgado se dedica a embarrar el debate político. A echar cortinas de humo insultando con vehemencia a sus contrarios. No quiere que se investigue en la Corporación municipal la financiación de su partido. Está a gusto en el fango pese a que cada vez más vecinos y concejales han empezado a perderle el miedo.

La respuesta a este tipo de siniestros personajes, que viven de la política del interés personal y ponen en riesgo la convivencia entre diferentes -véase sus actitudes machistas contra una exasesora del Ayuntamiento de Leganés y una concejala del PSOE- debe darse en las urnas. Los vecinos tienen la oportunidad de echar al sicofanta que desde hace más de diez años come, bebe y respira del esfuerzo del ciudadano.