Ni la viabilidad del sistema actual de pensiones; ni el paro juvenil; ni los parados de larga duración; ni las prestaciones por desempleo; ni la sostenibilidad de la sanidad; tampoco la crisis migratoria de las costas españolas; ni la cuestión territorial ante el desafío de los secesionistas catalanes; ni mucho menos la reducción del déficit; o el Plan de Cercanías, hace unos meses cuestión de Estado, hoy un vago recuerdo, pero su deficiente servicio sigue igual o peor con los socialistas en la Moncloa.

El verdadero problema de España, el ‘problemón’ que mantiene en vilo a todos los españoles y donde está en juego el futuro de la nación, es la exhumación de los restos del general Franco. Esa es la prioridad del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Un siniestro y maquiavélico personaje al que nadie ha votado.

Sánchez ha fracasado en su intento de controlar la televisión pública -¿dónde están los trabajadores del ente público poniendo el grito en el cielo ante semejante descrédito?-. Ha incumplido su promesa de publicar la lista de amnistiados fiscales -la primera en la frente-. Y ahora se ha propuesto desenterrar a Franco para enterrar en su lugar los principios de la Transición.

En esas está el presidente que ni en plasma vemos. Nadie pone el grito en el cielo por la nula comparecencia ante la opinión pública del presidente okupa. Su prioridad es levantar viejas heridas, enfrentar a los españoles impunemente a través de globos onda como la exhumación de los restos de Franco. Ahora bien, como a los familiares del dictador les dé por denunciar a España por profanación de tumba, acabaremos pagando todos, otra vez, la imbecilidad del presidente Pedro Sánchez.