Esta semana arranca la campaña electoral para las elecciones generales del 23 de julio. Sí, en pleno en verano, por obra y gracia del peor presidente de la historia de la Democracia: Pedro Sánchez. Solo suya fue la decisión de convocar unas elecciones, torpedeando el sagrado derecho a unas vacaciones trabajadas durante el año. Luego el PSOE de Sánchez dice defender a los trabajadores. Con defensores así, quién necesita villanos.

Las elecciones del 23 de julio llegan precedidas de un mensaje claro, el de las municipales y autonómicas del 28 de mayo, que supusieron el cambio en muchas ciudades y regiones españolas, de la izquierda a la derecha. Pero, sobre todo, el de un rechazo rotundo al sanchismo, que como el propio presidente definió, es “una combinación de mentiras, de maldades y de manipulaciones”.

Así se explican las mayorías absolutas de aquellos que se han opuesto a Sánchez con más ahínco, como el castellanomanchego Emiliano García Page, o la madrileña Isabel Díaz Ayuso que, además, le suma a Madrid una capacidad de gestión que ha colocado a la Comunidad como el motor económico y social de España.

El propio presidente definió el ‘sanchismo’ como “una combinación de mentiras, de maldades y de manipulaciones”, que el 23 de julio los españoles tienen la oportunidad, con su voto, de meter en el cajón del olvido

El cambio de paradigma del 28 de mayo debe traducirse ahora al 23 de julio. Hay que acabar en las urnas con las “mentiras, maldades y manipulaciones” de estos cuatro años. Volver al camino de una España donde se respetaba la palabra y se honraba a las leyes. Normas que beneficiaban al conjunto del país, no a violadores ni agresores sexuales; que perseguían a los violentos, terroristas y secesionistas, no les facilitaba una alfombra roja hasta las instituciones.

Una España con un transporte público envidiable, no el actual Cercanías. Una España que respete sus fronteras. Una España que defienda la propiedad privada, no al okupa. Una España donde los jueces y fiscales sean independientes de cualquier sátrapa. Una España donde se cierren los narcopisos y se persiga a los delincuentes. Una España donde se respete la Constitución, no se pisotee con estados de alarma ilegales. Una España con músculo económico, no a la cola de Europa en cuanto a paro y rebotando la última hasta recuperar el PIB previo a la pandemia. Rebotar no es crecer, aunque La Moncloa sanchista persista en la manipulación.

En definitiva, una España que vire el rumbo hacia el abismo al que le ha empujado estos años el PSOE de Pedro Sánchez, con sus socios de Bildu, ERC o Podemos, ahora conocido como Sumar. Que por mucho que Sumar se vista de seda, Podemos se queda.

Y eso pasa por ejercer en conciencia, el sagrado derecho al voto, que tanto costó conseguir y plasmar en la Constitución de 1978, ninguneada como nunca durante estos últimos años. Tras el 28 de mayo y culminados los pactos locales y regionales, España está lista y preparada para derogar el sanchismo.